Señor Director:
Hace más de 100 años, el político Enrique Mac-Iver pronunció un apasionado discurso en el Ateneo de Santiago. La tesis planteada por el mencionado orador se reducía a la pregunta de si los chilenos de la época eran felices o no. Marcados por el ideal del progreso indefinido, Mac-Iver planteó que no lo éramos. Justificó su respuesta al observar un malestar generalizado en el país. Se preguntó, entonces, por las razones que estimulaban la grave crisis social y política que atravesaba el país en ese momento. Concluyó que la razón principal de esta radicaba en la ausencia de moralidad pública al interior de los círculos de poder político y económico. Según su parecer, la elite se había desatendido del cumplimiento de su deber cívico con la nación chilena, privilegiando sus intereses particulares por sobre el bien general del país.
Hoy, que atravesamos una crisis de probidad de similares alcances, se vuelve ineludible que las elites retomen su responsabilidad ética con la ciudadanía chilena. La honestidad de la República está en riesgo (Santiago, 22 junio 2015)
Jorge Olguín Olate
Académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública
Universidad Central de Chile