Cartas al Director

Así, Chile no la quiere.

Rodrigo Durán Guzmán

18 de noviembre de 2014


Durante las últimas semanas hemos visto como los sondeos de opinión pública, procedentes desde los más diversos ámbitos y vinculados a todos los sectores políticos, han sido categóricos en la opinión ciudadana que rechaza, así tal y como está, la reforma Educacional. Sin ir más lejos, en el oficialismo, se ha convertido en un argumento o excusa para posicionar las diferencias y almas que convergen en una coalición incapaz de escuchar, convocar y abrir el debate sobre algo fundamental como es el derecho a una educación digna, de calidad y que propicie oportunidades para todas y todos. De hecho, tal ha sido el nivel de los dimes y diretes que tanto el ministro Peñailillo como la presidenta Bachelet han tenido que hacer, reiteradamente, llamados al orden al interior del conglomerado, llevándose todo el peso político ante la irreverencia e intereses de quienes constituyen la Nueva Mayoría. Eso en cuanto a lo político.

Porque en lo educacional la reforma debió haber comenzado por hacer un diagnóstico o levantamiento de las necesidades inmediatas y actuales. Conocer la realidad desde la sala de clases, los establecimientos educacionales, las vivencia y ejercicio del trabajo docente en el aula, el factor del determinismo socioeconómico y cultural que rige actualmente nuestra sociedad, los procesos cognitivos y cómo nivelamos los trastornos de aprendizaje, que pasa con la enseñanza de la inteligencia emocional para enfrentar la vida, la precaria infraestructura, la educación cívica y el tan anhelado fortalecimiento de la educación pública, entre otros. Pero no, era mucho más relevante mantener aquietadas las aguas del movimiento estudiantil y satisfacer sus demandas que hacer una reforma educacional, necesaria para el país, y que estuviera en sintonía con la realidad tanto nacional como global. De hecho, ¿de qué sirve compararse con Finlandia, Dinamarca, Polonia u otros casos de éxito, en materia educacional, si todo aquello que hagamos debe ser aplicado a nuestra realidad?

Cuando un estudiante saborea el aprendizaje, y lo que eso implica para su vida, nadie lo va a poder parar. Lo mismo ocurre cuando un profesor cuenta con un equipo multidisciplinario de profesionales a su alrededor que lo apoyan para el logro de un objetivo fundamental: hacer que el aprendizaje ocurra.

Nadie dice que Chile no necesita una reforma educacional, pero una buena y bien hecha que se haga cargo de las falencias y propicie las oportunidades.

Una donde, por ejemplo, nuestros estudiantes tengan plena conciencia de sus derechos y deberes, donde los docentes ocupen un estatus social que vaya más allá de lo económico siendo complementado con posibilidades para perfeccionarse a través de diplomados, magíster o doctorados financiados por las entidades educativas, el Estado o a través de becas. Donde los sostenedores inviertan en sus establecimientos educacionales, donde la familia juegue un rol protagónico en los procesos formativos de sus hijos y sepa qué está pasando con ellos, donde seamos capaces de tolerar en la diversidad las opiniones y exista el compromiso país por avanzar hacia una educación de calidad favorable para nuestras niñas, niños y jóvenes. (Santiago, 18 noviembre 2014)

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