En estas horas en que muchos y muchas de nosotros nos hemos reunido para homenajear – y quizás no despedir- a nuestra querida Sofía, solo quiero esbozar brevemente algunas líneas, más bien trazadas con el corazón que con la cabeza.
Tuve el privilegio de conocer a Sofía en 1991 y haber podido ser ayudante alumno de ella durante varios años. Su figura esbelta y elegante transitando por los pasillos de la universidad, o bien por algunas calles de Providencia, cercanas a Bucarest, donde estaba su departamento en esos años, daba cuenta de una mujer atractiva y distinguida, heredera de finura, armonizada con bondad sin límites, de temperamento intenso pero acogedor. Era muy difícil, en poco tiempo de conocerla, no sentirse maravillado por sus ojos, su rostro de paz y su cariño maternal con muchas y muchos.
Tenía la capacidad de acoger, de exigir, de orientar y de ver claramente cuando uno de nosotros estaba pasando por un mal momento. Más de alguna o alguno de quienes estamos acá, experimentamos, quizás en más de alguna ocasión, esa capacidad de Sofía de VER dentro de nosotros, para identificar dónde estaba el problema, la congoja o esa característica no muy grata que, en nuestra inmadurez no distinguíamos, pero que nos podría traer un inconveniente para nuestra vida futura.
Estimadas amigas y amigos: Puede sonar intensa esta afirmación, pero Sofía ejerció la maternidad con muchos y muchas; a veces era madre exigente, otras una tía formadora, unas cuantas una tía abuela regalona, muchas una amiga bromista, alegre, sencilla, y no pocas mordaz con sus bromas, pero nunca falta de caridad.
Nuestra querida Sofía dio ejemplo de caridad, sobriedad, elegancia, distinción y generosidad. A muchas personas he comentado que, preparar a cientos de estudiantes para el examen de Licenciatura en Derecho, sin cobrar un peso, y dedicar con esfuerzo y sacrificio sus horas de descanso a sufrir y acompañarnos en ese trance, es sencillamente algo meritorio que en estos tiempos es casi imposible de hallar, o que muchos sencillamente han convertido en un negocio.
Sofía supo de nuestros triunfos y fracasos, de nuestros amores y desamores, de nuestras travesuras –de toda clase- y de nuestras torpezas. Corregía con cariño de madre pero con energía caritativa. Nunca hacía sentir disminuido al otro, pero siempre daba su parecer. Y ese parecer, por Dios que pesaba en nosotros a la hora de tomar la decisión correcta.
Era Maestra de Derecho, Maestra de bridge, pero sobre todo maestra de humanidad y buen humor. Su casa era un lugar abierto y distendido, donde convivían personas de diferentes matices, orígenes, tendencias y afectos. En esas paredes oía nuestros avances de materias, y también nuestros percances de la vida. Nos vio reír y también llorar. Nos tenía galletas -un bien muy preciado para muchos- y también pisco sour. A veces el departamento se hacía pequeño, y sabíamos a la hora que llegábamos, pero nunca hasta cuando nos quedábamos. Los sillones se hacían escasos, y en la alfombra nos sentábamos.
Hablábamos de todo….y también de todos
Supo dar cariño a manos llenas. Nos confortó y nos celebró. En muchos casos nuestros padres, cónyuges, amigos, amigas la conocieron y también se incorporaron al club. Muchos de los que estamos acá nos conocimos gracias a ella.
Amigas y amigos: No sé como agradecerle el cariño que me dio y lo que ella me enseñó. La locura de la vida, viajes, o el tráfico de nuestros quehaceres a veces nos sumergían en montañas de cosas, y tardábamos en llamarla, pero jamás de recordarla. Es el momento de acusarnos de ingratitud, pero que en navidades, años nuevos o el cumpleaños tratábamos de suplirla. En eso siempre quedaré al debe. Por que cuando alguien da mucho, para los que somos débiles y carentes, es muy fácil quedar en deuda. Con Sofía nos ocurrió eso: daba tanto, y de manera tan intensa y sincera, que aún cuando teníamos poco mas de 20 años ya pensábamos: como le pagaremos este inmenso cariño en el futuro?.
Hay que contarles a nuestros hijos, sobrinos, alumnos, alumnas, a todas y todos quien era nuestra queridísima Sofía Vergara. Hay que pensar quizás en una pequeña biografía, cargada de testimonios, de recortes, fotos y anécdotas. Hay que pensar, amigas y amigos, en difundir el legado de Sofía Vergara. Ella merece al menos un aula con su nombre, quizás una cátedra, o un premio para un buen alumno o alumna.
Quizás podemos hacer algunas gestiones, porque fuimos muchos y muchas los que nos beneficiamos, como también instituciones que sintieron todo el bien que ella hizo: la Universidad Diego Portales, la Universidad Central, la Fundación Neruda, el Hogar de Cristo, por mencionar solo a algunas.
Pero de un premio si podemos estar más que medianamente ciertos: el que allá arriba Dios le ha dado a ella, por haber sido esa Sofía maravillosa que nos fue regalada durante estos años.
Artículos de Opinión
Sofía Vergara Aldunate. Palabras en su funeral, 31 de Octubre de 2012.
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