Si tuviéramos la máquina del tiempo y pudiéramos regresar al Perú, de la década entre 1990 y el 2000, tendríamos a Alberto Fujimori de Presidente gobernando, primero democráticamente, y luego, de manera autoritaria. Estaría en pleno combate a los movimientos revolucionarios de izquierda, como Sendero Luminoso y otros, con todas las fuerzas a su alcance. Veríamos al triunfante Fujimori, en diciembre de 1996, pasando por sobre los cadáveres de los terroristas que ocuparon la residencia de la Embajada del Japón en Lima, y subido en la pisadera de un autobús, siendo vitoreado por la población. Su campaña terminó con dichos terroristas, y apresó a uno de sus líderes, Abimael Guzmán, que todavía está preso. Más de 25 años después, su hija Keiko Fujimori, por tercera vez, pasa a la segunda vuelta electoral a la Presidencia. Alberto, está acusado de crímenes y corrupción, habiendo salido y entrado en la cárcel, y hoy en prisión domiciliara. El Fujimorismo, sigue siendo una fuerza política peruana. Aunque con menor apoyo, todavía cuenta con representación parlamentaria no siendo mayoría. El escuálido 14% de los votos de Keiko, lo demuestra en la primera vuelta del 11 de abril último.
Se enfrentará en la segunda vuelta del 6 de junio, a quien obtuvo la primera mayoría relativa, eso sí, tampoco superior al 19%, con Pedro Castillo, la sorpresa electoral de un profesor primario, cuyo programa está basado en la Revolución del Siglo XXI de Chávez, y que se inspira nuevamente, en la mayoría de los postulados del Sendero Luminoso y otros movimientos de ultra izquierda. Ironía del destino. Una Fujimori, vuelve a enfrentarse a quienes combatió su padre, como si no hubiere ocurrido nada en el tiempo intermedio. Eso sí, ahora no con las armas, sino que con los votos.
Bien conocemos la enorme dispersión política en el Perú, con 18 candidatos a la presidencia, y que ninguno logró superar el pobre 20% de los sufragios. Ahora hay 16 candidatos y sus respectivos votantes, por poco decisivos que aparezcan, que los dos primeros buscan urgentemente, y deberán conquistar para ser electos. Las negociaciones ya comenzaron, y los resultados siguen siendo inciertos, no dándose por descontado, para nada, que los apoyos recibidos por los demás candidatos, se trasladen automáticamente, a uno de los dos primeros. Los respectivos programas de cada uno, muestran enormes diferencias con los restantes, muchas insalvables, acompañadas por un largo historial de desencuentros, descalificaciones, y acusaciones mutuas. Ninguno ha sido un aliado leal al otro. En el Parlamento, ha quedado reflejado claramente, dada las veces que ha destituido presidentes o entronizado alguno. Todos de muy poca duración, como si el cargo tuviera algo de trágico y fatal, como ha quedado demostrado.
La repetición de situaciones del pasado, no es el único elemento a considerar, ya que sin duda se parecen sin ser idénticas, aunque no sea por pura casualidad. Lo verdaderamente importante está en las dos visiones tan radicalmente contrapuestas, de Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Castillo, claramente regresa al pasado, con estatizaciones generalizadas, término de la libertad económica y empresarial, control total de los medios de comunicación, propuesta de una nueva Constitución Política socialista. Todo lo que ya conocemos perfectamente, cómo lo han implementado por años, y sin plazo de término, Cuba, Venezuela, y Nicaragua en la Región. Sus resultados están a la vista, todos catastróficos, y no es necesario pormenorizar las evidencias para asegurar que esos autoritarismos, no tienen nada en común con la verdadera democracia. Si usted no coincide con esta afirmación, le pido que me muestre alguno de esos países, sólo uno y no le pido que sean dos, donde la ciudadanía sea más libre, más próspera, y no desee emigrar. Las propuestas de Castillo ni siquiera se atenúan, son claras y explícitas, así como los apoyos del Grupo de Puebla que los congrega, y que Castillo ya advirtió va a adherir, abandonando el Grupo de Lima. Y en lo económico, denunciará todos los acuerdos de Libre Comercio que tiene vigente el Perú. Los más de 25 años transcurridos, pareciera que no han existido, y se insiste en lo mismo, con obcecada persistencia.
Por su parte Keiko Fujimori, mantiene las bases programáticas del partido de su padre, con libertad económica, integración al mundo y respeto de los acuerdos de libre comercio, inversión extranjera, a los que se añaden, una mayor sensibilidad social, frente a los graves problemas actuales del Perú, la pobreza endémica y tantas otras carencias, todas agravadas por la pandemia y la falta de vacunas necesarias, entre muchos factores. El Presidente provisional, Sagasti, ya anunció iniciar un nuevo plan de vacunación. No son pocos desafíos, a los que se suma la profunda inestabilidad política y lo precario de las instituciones, para empezar, por la propia Presidencia de la República, casi todos los ex mandatarios, acusados de corrupción y malversaciones de todo tipo. Entre ellos, su propio padre, Alberto Fujimori, por peculado y crímenes contra la humanidad, como también ella y otros miembros de la familia. Son temas no resueltos, y que sin duda pesarán en la votación de segunda vuelta, o bien, construirán una alta barrera política a sus potenciales adherentes, los que votaron por alguno de los demás postulantes. Los Fujimori siguen siendo un fuerte factor de división entre los peruanos. Keiko tendrá una inmensa tarea de unidad.
Además de las consideraciones señaladas, de por sí muy desafiantes internamente, tampoco es anodino lo que podría significar el triunfo de uno u otro candidato, para buena parte de sus vecinos. Lo es de Ecuador, siempre con altibajos en su relación con Perú, y algunos temas fronterizos. Ahora será gobernado por Guillermo Lasso, cuya posición es enteramente contraria a la de Castillo, país que con Fujimori padre, enfrentó la Guerra del Cóndor (1995). También lo es Colombia, igualmente de tendencia política obviamente contraria a la de Castillo, y que deberá ser recompuesta con Fujimori. Luego está el Brasil, en un caso similar y con una zona peruana amazónica, donde su influencia es casi mayor que la costera, Lima, o del Alto Perú. En Bolivia, el otro limítrofe, Evo Morales, antes de que se pronuncie el Presidente Luis Arce, ya apoyó a Castillo por su primer lugar en las elecciones. Nada nuevo al respecto.
Y está Chile, con todo lo que implica, y donde no estuvieron ausentes menciones revanchistas, nacionalistas, o de patrioterismo electoral, por parte de algunos candidatos, particularmente por Lescano (el Triángulo terrestre y el Huáscar). Son situaciones de fácil aceptación por cierto electorado, y que podrían replantearse, sea para buscar apoyos, o bien para incomodar otros candidatos, obligándolos a pronunciarse al respecto. Siempre es un buen recurso. Castillo nada ha dicho, pero no es difícil imaginar su posición, y la poca sintonía con el actual Gobierno de Chile. En el caso de Keiko, con su padre, se alcanzaron acuerdos sobre algunos asuntos pendientes del Tratado de 1929, y cabe recordar que estuvo varios meses en Chile, durante su periplo exterior, y el juicio que lo extraditó al Perú. Por lo tanto, no habría porqué suponerle alguna posición hostil.
Latinoamérica pareciera pre-condicionada a dar vueltas en círculo y llegar al mismo punto de partida, una y otra vez. De continuar esta regresión al pasado en el Perú, también estarán en juego muy importantes relaciones vecinales, que habrá que atender con el pragmatismo diplomático necesario. (Santiago, 14 abril 2021)
Artículos de Opinión
Perú regresa al pasado.
La repetición de situaciones del pasado, no es el único elemento a considerar, ya que sin duda se parecen sin ser idénticas, aunque no sea por pura casualidad. Lo verdaderamente importante está en las dos visiones tan radicalmente contrapuestas, de Pedro Castillo y Keiko Fujimori.