Artículos de Opinión

Nicaragua, un drama casi olvidado.

Otro ejemplo de dictadura represiva que no está dispuesta a ceder en nada, pues bien sabe que si lo hace, será juzgada drásticamente arriesgando su vida.

Otro ejemplo de permanencia en el poder, no importando cómo, prosigue y se alarga. Parece un símil más en pequeño, pero no menos trágico y acaso peor, que lo que vive Venezuela. Cientos de muertos, represión despiadada, control estatal de todo lo que parezca contrario al régimen, una cúpula corrupta e inflexible, marido y mujer, que decide todo. Es la Nicaragua de los Ortega-Murillo, Presidente y Vice-Presidenta de un país en plena crisis. Se repite el mismo padrón consabido y tantas veces utilizado. La imposición de un sistema autodenominado revolucionario, con misma inspiración doctrinaria que otros conocidos, recurrente en sus métodos de control autoritario, y por cierto, con una democracia únicamente formal que siempre gana todas las elecciones, sin opción de recambio, ni pleno ejercicio de las libertades fundamentales para la población. Otro ejemplo de dictadura represiva que no está dispuesta a ceder en nada, pues bien sabe que si lo hace, será juzgada drásticamente arriesgando su vida. No es una especulación, basta recordar la suerte de la extinta dinastía de los Somoza, que por casi 40 años se apoderaron del país. De muy distinta orientación política del actual régimen, pero cuyo recuerdo vuelve a hacerse presente en una Nicaragua que tarde o temprano, los repudiará.
Las advertencias se multiplican por algunos líderes regionales y mundiales, de que todavía es tiempo de enmendar una ruta que normalmente conduce al fracaso y la confrontación violenta a gran escala. No es mucho lo que piden, por ahora sólo adelantar las elecciones del 2021 al 2019, privilegiando una salida institucional negociada. Eso sí, que no sean organizadas y calificadas por el actual Consejo Supremo Electoral, que al igual que su modelo Chavista, no da ninguna garantía de imparcialidad. Pero todavía no hay respuesta de Ortega, quien utilizando maniobras ya probadas en su hermana Venezuela, un día negocia y abre espacios de diálogo, para fracasar y cerrarlos nuevamente a voluntad. Así gana tiempo y perfecciona sus métodos de control, hasta cansar la oposición e imponer su propia agenda. No será la primera vez que estos modelos de dictadura del proletariado recurren a tales maniobras dilatorias.
Así ha ocurrido con el llamado Diálogo Nacional, de la Comisión de Mediación y Testigo presidida por la Conferencia Episcopal y la Alianza por la Justicia y la Democracia, con el Gobierno. Nombres grandilocuentes que no han llegado a nada, a pesar de que los grupos contrarios al régimen, con participación de estudiantes, campesinos, ciudadanos privados, y representantes de la sociedad civil, se multiplican y reclaman que Ortega deje el poder, y convocan a paros nacionales como el previsto para el 13 de julio. Igualmente exigen la acción de la comunidad internacional, la OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Unión Europea y una postura más fuerte de los países, tanto de la región latinoamericana como del mundo. Existen apoyos aislados y algunos países sancionan a los responsables, pero todavía son poco evidentes y con casi nula fuerza de presión, impotente aún frente al sistema gubernativo nicaragüense.
En las calles de varias ciudades de Nicaragua, recrudecen los enfrentamientos, de preferencia contra los manifestantes y la juventud, por parte de los paramilitares que disparan a su gusto con  víctimas que aumentan. Nadie controla estas fuerzas irregulares y el Gobierno no se hace responsable, pues sólo disparan para un lado solamente, el de los opositores al régimen. No cuesta mucho imaginar a quiénes benefician y a quienes procuran acorralar. Los militares verdaderos mantienen una sospechosa inactividad, so pretexto que están con el orden establecido, léase el Gobierno. Tal vez buscan momentos más propicios para hacerse del poder, sin perder sus beneficios.
No obstante la gravedad existente no parece, por ahora, sacudir la conciencia regional y mundial. Tampoco figura en los titulares noticiosos, sólo despachos fragmentarios. Posiblemente la comunidad internacional sólo tiene sus ojos puestos en el otro drama, el venezolano, y no hay capacidad para atender los dos al mismo tiempo. A pesar de sus diferencias, ambas realidades se asemejan de manera inquietante. Nuevas autocracias que han dejado de ser democráticas y libertarias que retienen, por la fuerza, a una población que ya no los soporta. Venezuela todavía con recursos, pero Nicaragua con muy pocos. Posiblemente el creciente repudio mundial del régimen venezolano, sirva para que podamos apreciar en paralelo y en toda su magnitud, la aguda crisis nicaragüense, un drama acaso mayor, pero todavía prácticamente olvidado. (Santiago, 9 de julio 2018)

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