Artículos de Opinión

La violencia de género: la necesidad de aclarar conceptos para visibilizar adecuadamente el problema.

En consecuencia, el género es una realidad cultural, social, convencional, no natural al ser humano, por lo tanto es una construcción que puede ser deconstruida y modificada.

Los abusos y violencia machista hacia las mujeres no son hechos aislados ni son un patrimonio exclusivo de los sectores sociales más vulnerables. Afortunadamente sobre esto ya no hay dudas, sin embargo, en el discurso político, periodístico y cotidiano se siguen confundiendo lastimosamente ciertos conceptos, lo que impide que la violencia de género hacia las mujeres sea captada en su real dimensión. Lo anterior trae consigo, por un lado, que el fenómeno no sea adecuadamente entendido en sus causas y consecuencialmente que las políticas públicas diseñadas para enfrentarla sean ineficientes.
El error más común en este contexto es hacer equivalente los términos “violencia de género” y “violencia intrafamiliar o doméstica”, situaciones que si bien en muchas ocasiones coinciden, responden a causas diversas y ello no puede ser desconocido, especialmente por las autoridades encargadas de velar por los derechos de las mujeres.
Sin ser especialista en el tema, considero que se hace indispensable que desde la academia podamos contribuir a entender mejor un fenómeno que constituye un directo atentado a la dignidad humana y a los derechos de las mujeres en pleno Siglo XXI y en el marco de una sociedad occidental que aspira a ser “desarrollada”.
La primera distinción importante que se debe hacer es entre “sexo” y “género”. Sexo es el “conjunto de características biológicas y anatómicas que diferencian a hombres y mujeres”[1]. Cuando hablamos de género en cambio nos estamos refiriendo a una “construcción social o cultural del sexo”[2]. En otras palabras, el género es el “conjunto de valores, caracteres, creencias y actitudes que se adjudican o asocian a hombres y mujeres con relación a lo femenino y masculino”[3]. De esta forma, “el término género hace referencia a las expectativas de índole cultural respecto de los roles y comportamientos de hombres y mujeres. El término distingue los aspectos atribuidos a hombres y mujeres desde un punto de vista social de los determinados biológicamente”[4].
En consecuencia, el género es una realidad cultural, social, convencional, no natural al ser humano, por lo tanto es una construcción que puede ser deconstruida y modificada.
Los estereotipos de género constituyen el conjunto de creencias sobre los roles a los que están llamados a cumplir hombres y mujeres en una sociedad. En otras palabras, los estereotipos de género van encasillando a hombres y mujeres en determinados papeles, de tal forma que la sociedad comienza a esperar y muchas veces a exigir ciertos comportamientos que se entienden corresponden a un hombre y a una mujer, profundizando la desigualdad[5].
Por su parte el machismo es un fenómeno sociocultural, influenciado por los estereotipos de género, que exacerba la superioridad de lo masculino por sobre lo femenino. El machismo responde a la nefasta idea que el hombre es superior a la mujer y que ésta se encuentra a su servicio.
En este punto me parece oportuno corregir otra idea errónea, muy arraigada en nuestra sociedad, que entiende que el machismo es la contrapartida al feminismo. Ello no es así, el machismo es una actitud de abuso y prepotencia, el feminismo es “una corriente de pensamiento, movimiento social y político que reivindica la consideración de las mujeres como seres humanas completas, sujetas individuales de derechos y deberes y que se opone a la discriminación en razón de sexo (por haber nacido hembra) o de género (por las atribuciones culturales como mujer)”[6].
Pues bien, es dentro de este contexto en donde debemos entender y analizar la violencia de género.
La ONU ha dicho que la violencia de género “es todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o privada”[7].
La violencia de género es el resultado de una sociedad machista. La mujer es considerada en una situación de inferioridad y sumisión respecto del hombre. Es un objeto, su propiedad. La legislación española lo ha entendido claramente: “La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”, ha señalado la Ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género publicada en diciembre de 2004.
Es necesario entender de una vez por todas que no hay violencia de género en contra de los hombres. El hombre puede sufrir otros tipos de violencia, por ejemplo, la violencia doméstica, pero jamás violencia de género, pues el hombre no tiene conciencia de pertenecer a un sexo que socialmente se considera inferior, dependiente o subordinado a otro.
La violencia doméstica o intrafamiliar “es la violencia que se ejerce en el ámbito privado o doméstico y, aunque mayoritariamente la sufren las mujeres, también incluye a los hombres que podrían sufrirla”[8]. Pueden sufrir violencia intrafamiliar las mujeres, los hombres, niños y ancianos.
Dado lo anterior, creemos que se hace imprescindible entender que la violencia de género obedece a ciertas causas (estereotipos y machismo, desigualdad, falta de oportunidades, etc.) y por tanto debe ser abordada no solo con el aumento de las penas penales, sino a través de medidas integrales establecidas por políticas públicas pensadas desde una real perspectiva de género que pongan el acento en la educación desde los primeros años y la efectiva igualdad entre hombres y mujeres.
Por perspectiva de género entenderemos la labor que consiste en “integrar sistemáticamente las situaciones, prioridades y necesidades respectivas de hombres y mujeres en todas las políticas, con vistas a promover la igualdad entre hombres y mujeres, y recurrir a todas las políticas y medidas generales con el fin específico de lograr la igualdad, teniendo en cuenta activa  y abiertamente, desde la fase de planificación, sus efectos en las respectivas de unas y otros cuando se apliquen, supervisen y evalúen”[9].
Concluyo esta breve columna haciendo un llamado y una advertencia. Un llamado a luchar en forma incansable por la efectiva igualdad entre hombres y mujer porque ella es el único camino para combatir eficazmente la violencia machista que tanto sufrimiento ocasiona a gente inocente. Una advertencia en el sentido que la igualdad entre hombres y mujeres no la hemos alcanzado, no estamos ni cerca de ello. Por ejemplo, la escasa participación política de mujeres en el Parlamento, la ausencia de una ley que fije paridad a través de cuotas electorales es una clara muestra de ello[10]. La violencia de género y la igualdad efectiva, dos temas importantes a tener en cuenta a la hora de decidir en un año de elecciones.
En una próxima columna abordaremos más detalladamente algunas características del fenómeno de la violencia de género. Espero que estas líneas sean de alguna utilidad para comprender un fenómeno cultural tan dañino e injusto que sufren a diario miles de mujeres. Por cierto, cualquier aporte, complemento o crítica será bien recibido y agradecido.


[1] CANCIO, María Dolores: Glosario. En ÁLVAREZ, Enrique, FIGUERUELO, Ángela y NUÑO, Laura (dir.): Estudios Interdisciplinares sobre Igualdad. Madrid: Iustel, 2009, pp. 269-276, p. 274.
[2] CANCIO (2009) 273.
[3] Ídem.
[4] http://www.ifad.org/gender/glossary_s.htm
[5] Típicos estereotipos masculinos son por ejemplo, estabilidad emocional, agresividad, objetividad, racionalidad, franqueza, pragmatismo, etc. Por otro lado, se suele entender que las mujeres son más tiernas, románticas, necesitadas de protección, afectivas, soñadoras, temerosas, con aptitudes manuales, frívolas. En este último caso solo basta observar la publicidad de las grandes tiendas comerciales que centran su mensaje en mujeres mostrándolas “desesperadas y emocionadas, casi incontroladas” ante una liquidación.
[6] CANCIO (2009) 273.
[7] Res. A.G. 48/104, ONU, 1994.
[8] DELGADO, Carmen: Respuestas desde la psicología. En 161 respuestas sobre la violencia de género. Salamanca: Caja Duero, 2008, p. 32.
[9] COMISIÓN EUROPEA: 100 palabras para la igualdad. Glosario de términos relativos a la igualdad entre hombres y mujeres, 1998. Disponible en http://docugenero.blogspot.com/2013/01/100-palabras-para-la-igualdad-glosario.html
[10] Recomiendo leer al respecto la columna de la profesora Alejandra Zúñiga y el profesor Luis Villavicencio: http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/08/10/sin-mujeres-en-el-parlamento-lo-siento-es-que-no-dan-la-talla/

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