El tema de convocar a una Asamblea Constituyente para modificar o reemplazar al ordenamiento fundamental vigente, de gran actualidad en el presente, no es en absoluto inédito en nuestro país.
Por ejemplo, según los historiadores, una de las causas del pronunciamiento militar de enero de 1925 se inspiró en el anhelo de convocar a una Asamblea Constituyente, de origen popular, que estructurara la anticuada constitución dentro de la mayor brevedad.
El Presidente Alessandri mediante decreto designó una “Comisión Consultiva” integrada por representantes de todos los círculos para que prepararan la primera convocatoria y organización de una Asamblea Constituyente.
La Comisión -que en definitiva integraron 103 personas- se subdividió en una de Reforma y otra de Forma.
La primera debería preparar un proyecto de enmienda constitucional y a la segunda correspondía organizar la convocatoria a la Asamblea.
Mientras la de Reforma trabajó intensivamente y cumplió su cometido, la de Forma celebro sólo tres sesiones y no pudo llegar a acuerdo acerca de la forma en que se elegirían los miembros de la Constituyente, y si serían elegidos sobre una base política o gremial. Aún más, algunos miembros discurrieron en que calidad estaban en esa reunión y representaron la situación de minoría en que se encontraban frente a elementos que ellos calificaban de “representantes de colectividades políticas.
El debate fue zanjado por el representante del Ejército, General Mariano Navarrete: el país está cansado de politiquería y necesita pronto una nueva Constitución.
El Presidente se olvidó de la anunciada Constituyente y aprovechó la coyuntura para someter a plebiscito el proyecto que en lo esencial había preparado junto a su Ministro Maza Fernández.
Según cercanos al Presidente Alessandri éste solía confidenciar: Cuando yo deseo que un proyecto no se concrete, designo una comisión, porque en Chile cuando los hombres se juntan no se suman sino que se restan.
Se dice que la historia nunca se repite, pero hay ciertos episodios que se replican