¿Defenderías a un asesino o un violador?, se suele preguntar burdamente para poner a prueba la ética de un Abogado, una profesión tan conocida, no obstante una función poco o nada comprendida. [*]
¿Cómo enfrentaría esa pregunta Jacques Vergès[1]?, el abogado francés que hizo fama como defensor de terroristas, revolucionarios argelinos, palestinos y nazis -para muchos los más repudiables antisociales de la historia contemporánea- conocido como el ‘Abogado del Terror’[2], o ‘el Abogado del Diablo´, o ‘El Brillante Bastardo’, apelativos con los que se sentía muy cómodo.
Los orígenes del Abogado Jacques Vergès le determinaron a hacer juicios de ruptura[3], como dan cuenta los sendos extractos del documental español sobre su resumen profesional que a continuación les presentaré.
Jacques Vergès vivió en un país colonizado, nació en Tailandia, de padre reunionés y madre vietnamita. A los 17 años dejó la isla de Reunión y se unió al ejército de Francia Libre (París). Sus recuerdos de infancia son de un país donde “la gente de color debía apartarse cuando pasaba un europeo” (27’45 documental), y vaya que debe ser difícil eliminar ese sentimiento, por ello siempre se le oirá empapado de revolución[4]. Las revistas que fundó siempre incluirán la palabra ‘revolución’.
Ingresó al Partido Comunista Francés en 1945 y fue secretario de la Unión Internacional de Estudiantes (sede de Praga 1952-1954). Tras la liberación de Argelia[5] (entre 1954 y 1962) reaparecieron las asociaciones de estudiantes coloniales, la de jemeres rojos dirigidas por Pol Pot[6], la unión general de estudiantes musulmanes argelinos (UGEMA) y la unión de estudiantes de la reunión que dirigía Vergès, donde creó una comisión y un periódico: ‘Estudiantes Anticolonialistas’ (29’:20 documental). En 1957 Vergès deja el Partido Comunista Francés. Independizada que sea Argelia (1962) se instala en Argel, convirtiéndose en jefe de gabinete del ministro de Asuntos Exteriores, y fundó otra revista: la ‘Révolution africaine’, financiada por el FLN.
Controvertido, temido y polémico por estar ligado, especialmente, a la defensa de criminales de guerra nazi como Klaus Barbie Altmann (alto oficial de las SS y de la Gestapo); el camboyano Khieu Sampham; el terrorista Carlos ‘el Chacal’; en 2002 ofreció su asesoría al expresidente serbio y yugoslavo Slobodan Milósevic (pese a que éste renunció a la asistencia letrada) o terroristas libaneses Abdallah y Naccache. Hasta el sobrino de Sadam Husein le nombró defensor de su tío, capturado por el Ejército estadounidense cerca de Trikrit (norte de Irak) el 14 de diciembre de 2013[7]. También defendió a combatientes del Frente de Liberación Nacional de Argelia, una de ellas la que, además, sería su mujer desde 1965, Djamila Bouhired, etc. De todos ellos dirá:
“He tenido, no diré clientes sino amigos, condenados a muerte […] ninguno fue ejecutado […] y si hubieran ejecutado a alguno de ellos yo habría matado” (26’42 documental).
De hecho su amigo Bob da fe de lo anterior: “Denle un botón para volar algo […] lo haría sin escrúpulos” (1:00’:25 documental).
De afirmaciones como las anteriores surge, ineludiblemente, la relación de la ética y su deontología profesional. Siguiendo a Ferrajoli -quien distingue dos modelos opuestos de Abogado- dice que el ‘Abogado malo’ es solidario con su cliente, a ultranza, aunque sea culpable, sin sometimiento a normas; y, en cambio, el ‘Abogado leal’, es ese que privilegia la corrección de los actos durante el proceso, aunque de esto se siga algún perjuicio para su parte. En Vergès pareciera existir una ‘posición ecléctica’; porque pese a sus impetuosas declaraciones, no le vemos cometiendo delitos, en cambio, vemos un letrado comprometido con los intereses de sus representados, evidenciando empatía y solidaridad con las causas que habrían motivado los crímenes, jugando al límite de lo torcido o turbio con estrategias tan inteligentes al punto de crear un verdadero teatro en los procesos judiciales, desviando la opinión hacia elementos externos, transformando a sus defendidos (acusados por crímenes de lesa humanidad) en víctimas, fundado en la premisa de que todo imputado tiene derecho a defensa o que se les presume inocentes, por ello decía:
“Yo no puedo tolerar que se humille a un hombre, aunque sea un enemigo, que un hombre sea insultado por una horda de linchadores. Un día me preguntaron ¿defendería a Hitler? Dije, defendería incluso a Busch, pero a condición de que se declare culpable” (1:53’:29 documental).
Aunque suene extremo, parece engarzar con el imperativo categórico de Immanuel Kant: “obra solo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”[8]. Es decir, es lícito y legítimo desear que todo el mundo actúe del mismo modo, que era el pensamiento del filósofo y científico prusiano de la Ilustración.
Por lo demás, cuando Vergès tuvo oportunidad negó tajantemente vínculos más allá de una relación Abogado-cliente. Por ejemplo, en un programa de TV, cuestionándosele, le interpelan:
“El juez quiere declararle incompetente e inculparle en el caso”. Vergès responde: “Actualmente intentan filtrar varios fragmentos de documentos por la STASI[9] para desestabilizarme, yo lo espero con mucha serenidad y si quieren eliminarme del caso sometiéndome a investigación, no lo conseguirán, estaré en el banquillo de los acusados con Carlos [alias ‘El chacal’][10] y les aseguro que no me quedaré callado”. El periodista le replica: “¿Forma parte de la red a la que pertenece Carlos?”, Vergès: “pues claro que no”. El periodista insiste: “¿puede jurármelo?” Vergès: “pues claro que se lo juro” (2:06’:10 documental).
Por ello algunos dirán que no hay nada de ‘ecléctico’ en Vergès, se corresponde con el primer modelo de Ferrajoli: el ‘Abogado malo’, solidario por principio y por deontología profesional con su cliente, aunque no tenga la razón o sea culpable. Y pareciera que ello alcanza eco en algunas de sus macabras afirmaciones:
“Algunos dicen que el genocidio es un crimen intencionado, yo digo que no. Hubo muertos, hubo hambruna pero no fue intencionado” (1’: 42 documental). Y en otro pasaje Vergès refiere: “El escritor George Bernard me dijo ¿y si fuere ejecutada [Djamila su cliente y luego su cónyuge]?, responde Vergès: “yo mataría a alguien. Podría pedir una cita al señor Lacoste o al general Massoud y le mataría” (27’:10 documental). Y en otro comentario en defensa cerrada a sus clientes dice:
“Sí hubo […] una represión censurable y torturas, pero no fue contra millones […] respecto al número de muertos, basta con ver los osarios que se han encontrado, no hay la cantidad de muertos que dicen. Hubo torturas y hubo cosas inaceptables pero lo metieron todo en el mismo saco, y se ignoraron los bombardeos y la hambruna provocada por el embargo y el bloqueo de USA; se hizo un paquete con todo y la culpa se cargó a los jemeres” (1’: 42 documental).
Cabe destacar que uno de sus amigos, donde solía hospedarse Vergès, refiere que en los juicios asumía mucho riesgo, insultaba a los jueces, se negaba a saludarlos, cantaba el Kassaman”[11] (36’:23 documental). Por ello, para muchos, Vergès estaba fuera de la ley, falto de escrúpulos, dispuesto a interponer cualquier recurso, sin ningún deber de lealtad procesal[12], anteponiendo el interés del acusado con desmesura[13].
Aunque perverso en su narrativa, filosóficamente hablando, tiene ‘momentos poéticos’ -los que guardan relación con la ‘creación de hechos’-, como uno que resulta conspicuo en el juicio a Klaus Barbie Altmann (oficial nazi de la Gestapo) detenido en Bolivia y llevado a Francia para ser juzgado por delitos de lesa humanidad por las muertes en Lyon. Vergès narra los hechos con una serie de implicancias acerca del ‘deber ser’, comparándolos con los ocurridos en Argelia, bajo la dominación francesa. La idea fue relacionar todo con la Guerra de Argelia, al efecto señaló:
“Será el Juicio de los franceses de la tortura en Francia”.
Su idea era crear la siguiente realidad: no hubo diferencias entre los métodos utilizados por los franceses en Argelia y los de la Gestapo en Francia y los demás territorios bajo el dominio nazi. No olvidemos que Vergès tenía alma de colonizado, y no dejaría de restregarle a Francia que sus oficiales se comportaron como nazis[14].
Un momento poético sublime es aquel donde Vergès recuerda a un cliente y amigo a sus 10 años quien le había dicho:
“Mis padres me llevaron al borde de una fosa común y me dijeron: no lo olvides” (6’:43 documental).
La realidad que Vergès quería instalar es que la masacre de los muertos por enarbolar la bandera argelina el 8 de mayo de 1945 justificará toda la revolución que en el año 54 estalló en Argelia. Esta idea estaba profundamente arraigada, ya que describe:
“Djamila apareció de pronto como la encarnación de Argelia y sin duda durante el juicio resultó evidente que la revolución […] tenía el rostro de Djamila y ella tenía el rostro de la revolución” (17’:55 documental). Es evidente que Vergès se ‘enamoró’ de las causas de sus clientes, como no, se casó Djamila Bouhired (su cliente) en 1965.
Como sea, su lenguaje es de poder, crea realidades, influyó en otros y Vergès lo manejaba a la perfección. O, como lo sostuviera H.J. Klein, guardaespaldas de Klaus Croissant (Abogado de la Fracción del Ejército Rojo, RAF), “para que salgan las ideas se necesitan Abogados y ellos lo hacían” (1:17’:26 documental).
En el documental encontramos momentos retóricos -lo que guarda relación con el ‘arte de la conjetura’-, pieza de ello está en el juicio contra Magdalena Kopp y Bruno Bréguet, ambos acusados de terrorismo, detenidos portando un artefacto de gran poder explosivo en un automóvil en Paris. Ante la pregunta a Vergès ¿acaso usted no sigue instrucciones de Carlos?, responde:
“En absoluto, yo estoy aquí para defender a dos inculpados por quienes, no lo oculto, siento simpatía y estima y eso es todo”. Luego lee un pasaje: “Pero la verdad es que […] serán liberados, ustedes lo saben y ellos lo saben, soldados prisioneros de una noble causa que es la de la liberación de los pueblos oprimidos de la dignidad devuelta a humillados y ofendidos”[15] (1:34’:38 documental).
Lo expuesto pretendía trasladar la atención del juicio hacia un escenario de conflicto político e internacional. En efecto, sobre esta idea en un pasaje señala:
“Para ellos su visión del mundo era sumamente esquemática. Yo solo era un mercenario y un traidor. Mis clientes […] unos asesinos vulgares y unos primates […] nosotros sí les comprendíamos, veíamos cómo funcionaban sus cerebros […] me resultaba fácil volverme tras oír todos esos ruidos […] cuando la gente me gritaba ¡chino!, decir señor ¿debo decir a esa gente que mientras sus antepasados comían bellotas en el bosque los míos construían palacios? El problema no era tratar de convencer haciendo cuchi cuchi […] sino […] provocando incidentes que obligaran a la gente de Paris, de Londres, de Bruselas a hablar del tema” (15’:08 documental).
Acto seguido, escuchamos a Vergès conjeturar sobre lo que dirían de él, sus antagonistas en el juicio contra Klaus Barbie Altmann, y refiere al efecto:
“Un juicio es un lugar mágico, una caja de sorpresas. Hemos oído 100 veces ¡nunca más!, mientras que en frente se preguntaban ¿qué se sacará hoy de la manga ese desgraciado? Y esperaban impacientes la invención del cabrón y como el cabrón tiene imaginación, imaginaba cada día algo nuevo” (1:50’:46 documental). Al más puro estilo de la Apología de Sócrates al dirigirse a los atenienses, luego de que hablaran sus acusadores, “y entre las muchas mentiras que han salido de sus labios hay una que me ha causado especial maravilla: me refiero a aquella parte de su discurso en que afirmaban que debéis estar prevenidos para no ser embaucados por mí ya que, según ellos soy un hábil orador” [16].
A propósito, entre 1970 y 1978 Vergès desaparece de la vida pública (constituyendo un misterio su paradero en ese lapso) y estando de incógnito en Paris con un nombre falso[17], y en un sitio de comidas preparadas, ve a la viuda de un compañero, y ella también le ve. Así lo recuerda:
“Me mira sorprendida, pienso que ahora correrá a contar que me ha visto en cierto barrio de París, cómo la neutralizo, el cerebro en esos casos trabaja a toda velocidad, no sé qué pensé, pero le dije ¡hola gordita, qué hay, qué tal!, ella dijo ¡Uuh!, y yo me fui”. La conjetura de Vergès es que esa mujer, al relatar la historia, el único detalle que contará será ¡hola gordita, qué tal!, y nadie le creerá. “Dirán, pobre desde que murió su marido está delirando” (1:08’:00 documental).
Un instante del todo sublime se produce cuando habla de “hacer esa guerra, a las órdenes de un general condenado a muerte”. Dice Vergès: “me parecía el colmo de la felicidad. Para mí Francia no es los colonos, es Voltaire, es Diderot, es la revolución; y que Francia desapareciera me parecía algo insoportable”. Y continúa: “Podía haber pisado una mina y acabar castrado […] habrían dicho es un héroe y lo que yo hubiera dicho se hubiera creído sin dudarlo”[18].
Así también, cuando describe sobre Djamila (su cliente y luego cónyuge) que quería una defensa lo más ofensiva posible. Dice que ella habría señalado al tribunal:
“No saben nada sobre mí, pero sepan que si se me ordena poner una bomba, yo lo haré” (19’:04 documental). Claro, decir eso para un tribunal era peor que decir he colocado una bomba y no me arrepiento. En fin, la retórica de Vergès era su fundamental herramienta. Dice que en Lyon montaron un espectáculo increíble:
“Transformaron una sala de espera en un tribunal con 700 asientos”. Afirma Vergès “un tribunal que dominaba la sala” (1:49’:33 documental). y, por cierto, él sería el protagonista que improvisaría en esa obra preparada por otros.
Un episodio que parece ser un momento hermenéutico se produce en el juicio seguido contra Magdalena Cecilia Kopp[19] y Bruno Bréguet (alias Luca), quienes el 16 de febrero de 1982, en París fueron detenidos por la policía francesa, cuando ‘Luca’ disparó al policía que les pidió los documentos del vehículo ‘mal estacionado’. Pero Bréguet disparó al policía, sin quitar el seguro a la pistola. Magdalena Kopp fue capturada a una cuadra de la escena (mientras corría). En el vehículo se encontraban dos bombonas de gas, 5 kg. de Pent, planos y pasaportes falsos. Sin embargo, Vergès tiene su propia forma de narrar ese hecho, dice:
“La policía consigue alcanzar a Magdalena Kopp […] un poco más allá de donde está Bruno Bréguet que se ha parado, saca una pistola y apunta a los policías, pero su arma se encasquilla, la tira y se rinde” (1:28’:32 documental). Vergès apostó que la defensa de ese caso dependería de la interpretación y refiere:
“Se podía decir que tiró el arma porque se encasquilló, pero ¿había voluntad de matar?, la sala de lo criminal. Pero según otra versión lo hizo sólo para asustar [entonces] el tribunal correccional” (1:31’:43 documental). Vale decir, una duda razonable, lo que habla de su habilidad para convertir los procesos en un juego de interpretación.
Es así que Vergès resultó ser un mediador institucional entre formas interpersonales de alteridad e institucionales de asociación. En relación a lo primero, en su defensa no solo hay una mera empatía con sus defendidos, sino que se sitúa en el lugar del ‘otro’. Para comprenderlo el examen debe alcanzar a la necesidad de un desdoblamiento de la alteridad misma. La expresión ‘como yo’ anuncia el reconocimiento del otro como mi igual en términos de derechos y deberes[20]. Cuando le asignaron de oficio, por primera vez, Vergès dijo:
“Me senté ante un maleante y él ante mí. Pensé pero si ese tipo soy yo, lo que ha hecho podría haberlo hecho yo […]. Comprendí que era mi vocación” (29’:20 documental). Fue acaso su alma de colonizado, como lo caracterizó Lionel Duroy (1:00’:53 documental). Y, claro, asumió la causa de la Liberación de Argelia como propia (así como la palestina frente al dominio sionista) transformando los juicios en asuntos de interés mundial. Por ello en un pasaje refiere:
“Me escribió [Abdalah] pidiéndome que fuera a verle, […] me dijo me han condenado a cadena perpetua y nunca he hecho una huelga de hambre, pero actualmente están muy avanzadas las negociaciones entre Francia e Irán sobre sus desavenencias nucleares, pero si llegan a un acuerdo me olvidarán […]. Voy a empezar una huelga de hambre y quiero que tú seas mi Abogado” (2:00’:30 documental). Citando las penas capitales, como la de Djamila[21], un Abogado de la Argelia francesa le informó que los condenados serían ejecutados. Le dijo:
“¿A ti te importa la vida de tu clienta? Y yo le contesté más que la mía. Dijo, pues no pierdas ni un minuto, el señor Lacoste nos promete su cabeza, y entonces les dije a mis colegas ahora la única forma de salvar a los condenados es emprender una acción ante la opinión francesa e internacional” (19:47 documental). Ya no era un simple cara a cara con el fiscal o con jueces, sino con otras esferas estatales o internacionales y su actitud, pese a su constante provocación en sus dichos, sugería un fuerte compromiso humano, casi paternalista, al punto de afirmar “yo no viví en la luna, vivía entre personas, tan discretas como yo, tal vez por razones serias” (1:00’:39 documental).
Como Abogado Vergès, definió un contexto de comunicación, formuló proposiciones que influyan en los demás generando realidad. Hacía declaraciones en favor de la causa, visitaba a sus defendidos en la cárcel, hasta les tomaba el pedido[22], reconociéndose como ‘un igual’ con ellos[23], aunque la mayor parte del tiempo suena bastante arrogante, al menos esa impresión me da cuando dice: “en el coche que habían abandonado se encontró una bomba con su sistema de detonación […] Así que cogieron un Abogado de oficio y después lo pensaron, tal vez, como Juana de Arco, escucharon voces y me llamaron” (1:29’:02 documental). Como sea, asume que sus defendidos concurren igualados en derechos y dignidad, lo explicaba a los medios, sin un equilibrio entre prudencia y justicia (que son las riendas del carruaje de un caballo feroz), formulaba puntos de vista, contextos, realidades. Así, por ejemplo, estando delante de lo que era el tribunal militar, con la calle llena de muchedumbre (que él les llama ‘una mezcla de matones y paracaidistas’) que se trasladaban a la sala a interrumpirle o amenazarle. Lo recuerda así:
“El juicio se desarrolló en medio de ese clima de linchamiento, hasta el punto de que un día, […] le pregunté al Presidente del Tribunal […] señor Presidente estoy en un proceso ordinario o en un complot de asesinato”, y a reglón seguido dice “tratábamos con estúpidos”, y agrega “el juez era una bestia” (15’: 08 documental).
Qué duda cabe, no era un Abogado ortodoxo, pero su postura era propositiva de normas, de cómo se debe comportar el otro (no obstante que negaba el saludo a los jueces). Se estimaba asimismo como un perfeccionista que odiaba la improvisación, pero siempre debía improvisar. Fue a Israel donde le esperaba el jefe de policía. Baja del avión y se le comunica que es persona no grata. En ese instante un periodista le pidió una declaración y como Vergès, justamente, llevaba una declaración escrita en un papel, la hace una bola y se la lanzó al periodista. A la mañana siguiente en el periódico The Jerusalem Post estaba publicada su declaración que decía:
“No tienen autoridad para juzgarme. Ustedes son ocupantes, yo un patriota. Así que me dije [reflexiona Vergès] mi cliente podrá leer este periódico que leen los guardias y sabrá qué postura tomar” (43’:02 documental). Su astucia y oportunismo no tenía límites. Estableció contactos valiosos como cuando fue a China en la etapa de revolución africana, convencidos de que conceden importancia a la lucha de países coloniales, por tanto, en consonancia con ello, fue hablar con el mismísimo Mao Zedong (37’:59 documental). Ello como consecuencia de que en 1963 su ideología adoptó un prisma maoísta que lo llevará a fundar la primera revista maoísta francesa, ‘Révolution’.
Por todo ello se dice que Vergès se valió de métodos maquiavélicos, aunque el autor del Príncipe en verdad señaló “Haz el bien como Gobernante [como Abogado] siempre que las circunstancias te lo permitan; pero si estas mismas circunstancias te son adversas, la meta que persigues pasa a primer plano[24]”. Por ello, en cuanto a defensa se trata[25] Vergès la hizo con todos los medios a su alcance, sin importar que su reputación la hicieran coincidir con la imagen que se tenía de sus defendidos (la mayoría tildados de terroristas) y que, inclusive, tenía encargo para que le asesinaran[26].
En fin, Vergès destacó por su idea de una defensa de ruptura. El juez dirá ¿usted es francés? el acusado dirá, no, soy argelino; el juez dirá ¿pertenece a una asociación de malhechores? y el acusado dirá, no, pertenezco a una asociación de resistencia; el juez dirá ¿ha cometido un asesinato? y el acusado dirá, no, he ejecutado a un traidor. “A partir de ese momento está claro que no hay diálogo posible”, infiere Vergés (19:47 Documental).
Como Abogados tenemos un privilegio respecto a los médicos. Podemos decirle a alguien no quiero defenderle, pero si aceptamos hacerlo, esa confianza nos obliga y debemos luchar con uñas y dientes para hacerlo, utilizar todas las armas que la ley y los usos nos conceden, pero, como dijo Vergès “nunca debemos cruzar la línea blanca, porque en ese momento nos volvemos vulnerables”[27]. (Santiago, 6 noviembre 2021)
[*] Versión adaptada y ampliada del trabajo que realicé a inicios del año 2020, con la colaboración de Gerardo Carvallo, Notario Púbico de Machalí, presentado al Magíster en Derecho Inmobiliario y Registral (módulo Ética Jurídica).
[1] Tailandia, Ubon Ratchathani, 5 de marzo de 1925/París, Francia, 15 de agosto de 2013.
[2] Del mismo modo se le llama al documental español sobre Jacques Vergès.
[3] Su vida profesional se puede resumir en sus propias palabras: “Abrí mi bufete de Abogado [el cual] tomó enseguida un cariz político cuando Buteflika me dijo nuestros amigos palestinos piden que un Abogado nuestro vaya a defender a un palestino a los territorios ocupados en Israel” (42’:04 documental).
[4] Señala en un pasaje: “Cuando Argelia consigue la independencia yo fundo un periódico con Djamila y Zohra que se llama revolución africana” (37’:00 documental).
[5] La guerra de Independencia de Argelia tuvo lugar entre 1954 y 1962 y fue un periodo de lucha del Frente de Liberación Nacional de Argelia, contra la colonización francesa establecida desde 1830. Tras la Segunda Guerra Mundial en la sociedad argelina empezó a crecer un sentimiento anticolonialista.
[6] Saloth Sar, más conocido como Pol Pot, fue un dictador comunista camboyano apoyado por Estados Unidos como barrera ideológica contra Vietnam, y el principal líder de los Jemeres Rojos desde su génesis en la década de 1960 hasta su muerte en 1998.
[7] El País, Internacional, 27 de marzo 2004. En línea: https://bit.ly/3mKALTX, fecha consulta 05/11/2021.
[8] Sole. Kant: El giro copernicano en la filosofía, p. 18.
[9] Órgano de inteligencia de República Democrática de Alemania. La Stasi tenía como finalidad espiar a la población y detectar posibles casos de rebeldía. Se le reputó como una de las agencias más eficientes del planeta.
[10] Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos, ‘el Chacal’, es un guerrillero y terrorista venezolano que fue miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina y, posteriormente, de un grupo propio. Actualmente purga una condena de cadena perpetua en Francia por el homicidio de dos agentes de la DST.
[11] Himno argelino de los patriotas.
[12] Ferrajoli. Sobre la deontología profesional de los Abogados, pp. 205-206.
[13] En un pasaje afirma Vergès: “Luego fuimos a Zurich, ahí otro avión de ELAl había sufrido un nuevo ataque de los comandos palestinos. Les defendimos” (46’:16 documental).
[14] Entendía que moralmente la tortura era una derrota tremenda, “lo que llevó al asesinato de uno de nosotros Ould Aoudia”. Por ello todos los procesos se convirtieron en procesos contra la tortura. En cada expediente el pueblo argelino aludía a la tortura y tenían la presión de los medios y de la comunidad internacional.
[15] “Lo sabemos porque su ejército no dejará un instante de luchar y golpear hasta que estén libres, sólo depende en parte de ustedes el problema del plazo y de la sangre derramada, es la guerra” (1:34’:38 documental).
[16] Platón. La Defensa de Sócrates, p. 23.
[17] “Cuando entras en una especie de clandestinidad es evidente que tienes que cortar todos los lazos […]. Cuando cogí mis vacaciones, la pipa es algo que te delata fácilmente […] Así que tiré mi pipa, quité las etiquetas de mis camisas, de mi ropa y también destruí muchos documentos y fotos” (48’:49 documental).
[18] Agrega: “Mi única herida de guerra es ésta [indica su dedo] me la hice comiendo ostras en Tranbland, antes de desembarcar en Oleron. Era tan buen gourmet que mi navaja del ejército Inglés descerró sobre mi dedo, bueno, se debió a la gracia de Dios” (3’:18 documental).
[19] De Nuevo Ulm, Baviera, 1948/Fráncfort del Meno, 15 de junio de 2015. Fue fotógrafa alemana, miembro de la segunda generación de la Fracción del Ejército Rojo o Banda Baader-Meinhof, responsable de falsificación de documentos de las Células Revolucionarias, acusada de colocar una bomba en París. Fue amante de Carlos ‘El chacal’.
[20] Rocoeur. Lo Justo, pp. 31-32.
[21] “[…] quien al enterarse de que la condenaban a muerte se echó a reír y el Presidente dijo esa frase digna de una antología “no se ría señorita es grave” (19:47 documental).
[22] “Recuerdo que Bruno Bréguet le apodé la ardilla (pedía fruta confitada); Magdalena Kopp era más refinada, ella pedía jamón de Westfalia, pan de tipo rústico y también helado. Yo se lo llevaba todo, hacía cola entre las familias que se extrañaban de verme […] el alcohol está prohibido en la cárcel pero el helado que llevaba lo rociaba con el coñac” (1:36’:30 documental).
[23] “Había perdido de vista a Boudia y cuando le volví a ver era un cadáver despedazado. Una noche estaba en París dando un paseo, tengo un recuerdo muy preciso, era en la calle Truchet, detrás de la Madeleine, hay un café en la esquina de la plaza con la calle Truchet. Al pasar por delante ví a Boudia que había desaparecido en una mesa. Fui a darle la mano, le dije ¿estás aquí?, él dijo ¿y tú? Y hablamos sobre lo que íbamos a hacer” (1:05’:52 documental).
[24] Iturralde. Maquiavelo, De Príncipes, Caciques y Otros Animales Políticos, p.117.
[25] “Mi último cliente fue el hijo de un pescador de Delis, un pueblecito con puerto de Argelia, era más bien el padre, al hijo lo había atropellado un automóvil, yo iba contra la compañía de seguros” (47’:48 documental).
[26] “Se dio la orden de matar a los 4 responsables del colectivo, los 4 Abogados, Ben Abdalá, Oussedik, Ould Aoudia y yo”.
[27] Documental español (minuto 35’:23). En línea: https://bit.ly/3nZu7c1, fecha consulta 05/11/2021.
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Ética de un ‘Abogado del Diablo’.
Los orígenes del Abogado Jacques Vergès le determinaron a hacer juicios de ruptura. Cabe destacar que uno de sus amigos, donde solía hospedarse Vergès, refiere que en los juicios asumía mucho riesgo, insultaba a los jueces, se negaba a saludarlos, cantaba el Kassaman. Por ello, para muchos, Vergès estaba fuera de la ley, falto de escrúpulos, dispuesto a interponer cualquier recurso, sin ningún deber de lealtad procesal, anteponiendo el interés del acusado con desmesura.