Artículos de Opinión

El conflicto, pensamiento de grupo y la movilidad social.

El conflicto, dentro del colectivo común, así como también lo compartió la ciencia social hasta tiempos recientes, se percibe como algo negativo que habría que evitar, algo relacionado con la psicopatología, con ciertos desórdenes sociales y, por supuesto, la guerra.

En tiempos en que parece que el pensamiento de grupo se ha tomado la agenda coyuntural, cobra relevancia una adecuada comprensión de las distintas nociones acerca de “El Conflicto” y la manera en que éste incide en los procesos de movilización social.

Tradicionalmente, el conflicto, dentro del colectivo común, así como también lo compartió la ciencia social hasta tiempos recientes, se percibe como algo negativo que habría que evitar, algo relacionado con la psicopatología, con ciertos desórdenes sociales y, por supuesto, la guerra.

La Real Academia Española (R.A.E.), en su versión más reciente, define el conflicto de la siguiente forma: otorga seis acepciones a dicho concepto. En su primera acepción lo define como: “Combate, lucha, pena”, en su segunda como: “Enfrentamiento armado”, en el tercer sentido: “Apuro, situación desgraciada y de difícil salida”, en cuarto lugar, como: “Problema, cuestión, materia de discusión”, en quinto lugar: “Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos”, y finalmente, en el sexto término: “Momento en que la batalla es más dura y violenta”.

Claramente éste se deja a entender al conflicto como algo indeseable y perjudicial. Cabe afirmar que, el conflicto, es un rasgo inevitable de las relaciones sociales, tanto interpersonales como intrapersonales, nacionales e internacionales. Diferente es el curso que puede adoptar el manejo de un conflicto, que puede llevar a procesos constructivos o destructivos, de ahí que la cuestión no apunta a eliminar o prevenir el conflicto, sino a asumir dichas situaciones conflictivas y enfrentarnos a ellas con los recursos suficientes para dar a las implicadas situaciones enriquecedoras.

El investigador y psicólogo Irving L. Janis (1918 – 1990) investigó el fenómeno del “pensamiento de grupo”[1]  o “groupthink”[2] (se considera que llamó a este concepto así, sugerido por la obra “1984” de George Orwell a la expresión “doublethink”). Jarvis ha influido análisis de relaciones internacionales en esfuerzos para comprender las dinámicas de la ocurrencia y resolución de crisis internacionales, como lo fue la Guerra de Vietnam, y la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba.

Jarvis propuso esta tesis que describe los errores sistemáticos que comenten las colectividades al momento de tomar decisiones, que es resultado de la presión interna de grupos altamente cohesionados, hacia la uniformidad, que, en consecuencia, lleva al deterioro de la eficacia de la toma de decisiones, del análisis de la realidad, y de los juicios morales realizados. Las combinaciones de estas deficiencias hacen que los grupos, particularmente vulnerables para iniciar o sostener en el tiempo proyectos que llegan a contener políticas lamentables e ineficientes.

El estudio de Janis identifica de manera muy precisa como las personalidades, organizaciones y procesos políticos que pueden inhibir o prevenir el surgimiento del “pensamiento de grupo”. Así, los síntomas del pensamiento de grupo incluyen:

Una ilusión de la adhesión del sentimiento invulnerabilidad compartida por la mayor parte de los miembros, esto incluye un excesivo optimismo que lleva al colectivo a la toma de decisiones apresuradas y conquista de riesgos excesivos.

La creencia incuestionable en la moralidad inherente al grupo, esto lleva a que sus miembros ignoren las consecuencias éticas o morales de sus decisiones. Para Janis, los estándares de las creencias del grupo están excesivamente elevados, a tal punto, de estar más allá de todo lo demás, lo que constituiría su motivante principal, al informar cada paso que toma el grupo.

Esfuerzos colectivos de (ir) racionalización apuntados a descartar las advertencias que podrían llevar a los miembros a reconsiderar sus supuestos antes de comprometerse en una decisión. En el afán de considerar los valores y principios colectivos como incuestionables.

Visiones compartidas y estereotipadas de los rivales, considerar al otro como un sujeto demasiado diabólico, como para considerar que existiría una intención seria de negociar; así como también muy débil, como para poner en peligro los intentos ilusorios arriesgados de derrotarles.

La existencia de una autocensura de las “desviaciones” del consenso generalizado aparente del grupo, lo cual refleja una inclinación de cada individuo de minimizar ante sí mismo, y el otro, la importancia de sus dudas y contrargumentos. Los miembros suprimen las dudas personales, el atrevimiento a disentir está prohibido. El grupo debe seguir, únicamente, el lineamiento de los valores y principios irrefutables del grupo, o las sugerencias del autoproclamado líder.

La ilusión compartida de unanimidad en los juicios conforme al punto de vista mayoritario, así como la capacidad unitaria de juzgamiento al rival, conforme a los mismos parámetros, que, parcialmente es resultado de la autocensura de las desviaciones, aumentado por el falso supuesto de que silencio significa consenso.

Una presión directa sobre los miembros que expresan sólidos argumentos contra cualquier estereotipo, ilusión o compromiso del grupo, dejando claro que este tipo de desacuerdos es contrario a lo que se espera de un miembro leal.

Finalmente, y lo que ya veníamos anunciando, la aparición de autoproclamados guardianes de la pureza de pensamiento, que son ciertos miembros que protegen al grupo de toda información adversa o contraria que pueda debilitar la complacencia compartida sobre la efectividad y moralidad de la toma de decisiones.

Dadas todas estas distorsiones asociadas al conflicto, cabe preguntarse si hay alguna posibilidad de que estas sean corregidas.

Ralph K. White[3] (1907 – 1993), bajo la ciencia psicológica propone la empatía como el gran corrector de muchas distorsiones. Esta, a diferencia de la simpatía, no implica afecto o aprobación, sino que supone una comprensión realista de los pensamientos y sentimientos de los otros.

Robert Jervis[4] (1940) puntualiza, dada la dificultad de percibir adecuadamente la perspectiva del otro, es necesario empatizar con una variedad de puntos de vista a puntadas a minimizar distorsiones. Por ejemplo, exponiendo las suposiciones implícitas a mayor escrutinio, haciéndolas más notorias, potenciado su formulación y consideración de retratos alternativos; haciendo de las formas teóricas de los valores y principios, representaciones más explícitas; sometiendo las perspectivas colectivas existentes a la consideración o evaluación de imparciales independientes; así como también, incrementando la conciencia de cómo los procesos de percepción llevan a cometer errores comunes.

Sin duda alguna, un buen proceso de resolución de conflictos, debe tener en cuenta todas estas consideraciones.

La manera en que todos estos procesos, en sus distintas acepciones y posibilidades, moviliza las masas, puede desencadenar resultados esencialmente distintos dependiendo de cuales síntomas del pensamiento de grupo se encuentren presentes.

La negación de la satisfacción de las necesidades humanas, es la causa principal de los conflictos prolongados, y los procesos de solución de problemas encaminados a dar satisfacción a esas necesidades son las vías vitales para solucionarlos. (6 de febrero de 2020)

 

[1] Janis, I. L. (1972) Victims of groupthink: Psychological studies of policy decisions and fiascoes. Houghton Mifflin Company. Boston, Estados Unidos. 

[2] Janis, I. L. (1986) Groupthink: Psychological Studies of Policy Decisions and Fiascoes, A Revised and Enlarged Edition on Victims of Groupthink: A Psychological Study of Foreign – Policy Decisions and Fiascoes (1972), Second Edition.  Wadsworth, Cengage Learning. Boston, Estados Unidos.

[3] White, R. K. (1986). Psychology and the prevention of nuclear war: A book of reading. New York University Press. New York, Estados Unidos.

[4] Jervis, R. (1976) Perceptions and misperceptions in international politics. Princeton: Princeton University Press. New Jersey, Estados Unidos.

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