Cada cambio de gobierno trae consigo dificultades para nombrar los “capellanes de palacio”. Se dividen por el cargo los grupos protestantes y evangélicos, se preocupan los católicos y ahora también los judíos.
Hace tiempo que debieron suprimirse tales “capellanes”. Las razones son las siguientes.
Primero. Entiendo que el capellán no es un cargo público, sino un ministerio pastoral. Si esto es así, lógico es que lo designe la autoridad eclesiástica, pero como al menos va a usar bienes públicos (y no sé si recibirán dineros públicos), algo tiene que decir el Ejecutivo. No siempre el acuerdo Ejecutivo – Iglesias es fácil, pues el designado debe “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No es fácil encontrar en Chile águilas bifrontes, sirvientes de dos señores.
Segundo. Las designaciones plantean un problema de igualdad ante la ley. ¿Con qué criterio se elige a las instituciones favorecidas con capellanes?
¿Arraigo histórico? Católicos y judíos han existido desde siempre en la República, los evangélicos llegaron después que las iglesias protestantes históricas. Pero antes que todos los indígenas tenían religión propia. Y no olvidemos a los ortodoxos.
¿Número de miembros? Según Latinobarómetro existen en Chile 57% de católicos, 13% de evangélicos y 25% de agnósticos, ateos o sin religión. La encuesta Bicentenario da una cifra que estimo más certera de evangélicos: 18%. Pero hay más Testigos de Jehová que judíos.
Y si se trata de libertad de conciencia: ¿por qué los no creyentes no tienen oficina en La Moneda? ¿Y a los mapuches por qué se les excluye?
Tercero. Los capellanes en La Moneda y en los Ministerios, en las municipalidades y en los servicios públicos no son compatibles con la laicidad del Estado, a lo menos no son compatibles con la separación Iglesias – Estado. Sólo son compatibles con la laicidad aquellos ministros de culto que atienden a personas sujetas a regímenes especiales, como enfermos, presos, fuerzas armadas y fuerzas de orden y seguridad, etc. Esos fieles no pueden concurrir a los actos de culto normales y recibir la asistencia espiritual de su denominación religiosa. Pero esto no es el caso de los fieles de La Moneda y los carabineros de la guardia ya tienen sus propios capellanes institucionales.
Antaño cada Presidente de la República tenía un capellán propio a la usanza de los hacendados que poseían curas de “olla y misa”. Hace tiempo, en cambio, que La Moneda no es la casa – habitación del Presidente, sino “el palacio de gobierno”.
Cuarto. Hay ceremonias religiosas que corresponden a tradiciones culturales chilenas. Ello no justifica cargos estables, sino un ministro de culto ad casum para esa ceremonia que en la ocasión puede proveer la comunidad religiosa correspondiente.
Quinto. Si la Presidencia requiere asesores en materias de las iglesias y de relaciones Iglesias – Estado, para ello existe la Oficina de Asuntos Religiosos que debería ser fortalecida y dejar la anemia institucional que la caracteriza hasta hoy en la Secretaría General de la Presidencia.
En conclusión: Existen múltiples razones para temer que estos “pastores sin ovejas”, estos “ministros de culto sin feligreses”, terminarán tarde o temprano siendo “lobbistas” (Santiago, 28 mayo 2014)