El régimen democrático como forma de vida supone el pluralismo, el dialogo y el consenso.
Efectivamente, el pluralismo permite el diálogo entre todas las tendencias contrapuestas y de desde allí, si se desenvuelve de manera racional y de buena fe, surge el consenso.
Cierto es que en la realidad este esquema tan básico muy rara vez se da en forma tan lineal.
En nuestro país, sin embargo, la configuración del sistema normativo vigente no sólo permite sino que impone a las fuerzas políticas, previo dialogo, logren acuerdos sobre las materias de trascendencia nacional.
Para pensarlo así, basta considerar que para la aprobación de enmiendas constitucionales, modificaciones de leyes orgánicas o de quórum calificado se necesitan mayorías que ni el gobierno ni la oposición han alcanzado en ambas cámaras, ni podrán hacerlo mientras se encuentre vigente el sistema electoral binominal- que por cierto a la clase política parece no interesarle modificar.
¿Cómo logro entonces la concertación durante 20 años de gobierno modificar varias veces la Constitución, leyes orgánicas y aprobar otras ordinarias de importante valor?
La respuesta es obvia: a través de consensos originados en diálogos de buena fe e inspirados en el bien de la comunidad.
En el presente, hay relevos en los roles de mando, pero la estructura normativa permanece y, por lo tanto, es necesario transitar por la misma senda.
En cierta forma, sorprende que la clase política pretenda desconocer –por lo menos ante la opinión pública- el trazado institucional que imprescindiblemente debe recorrer.
* Editorial Gaceta Jurídica N°371 Año 2011.