Artículos de Opinión

Amenazas al sistema internacional.

De los 193 Países Miembros de la ONU, ni siquiera en un tercio, rigen democracias plenas, que cumplen los fundamentos esenciales del sistema, con elecciones abiertas, informadas, libertades, y posibilidad de que el opositor pueda acceder al poder.

La Comunidad Internacional actual, desde la creación de Naciones Unidas, y sus organismos dependientes; los avances en derechos humanos, tipificación de crímenes internacionales y Cortes encargadas de protegerlos y sancionarlos; las libertades democráticas individuales, económicas, y sus respectivas  organizaciones  y procesos de integración; la paz y seguridad internacionales, sobre la base de la prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza, que competen al consejo de Seguridad de la ONU; la solución pacífica de las controversias, y vigencia del derecho internacional en todos sus campos, así como su desarrollo progresivo y codificación, entre muchos otros progresos, se ha visto robustecida con la incorporación de temas que las sociedades modernas demandan: como la igualdad de género, preservación del medio ambiente, acceso a los avances tecnológicos, y tantos más complementarios. Sin embargo, no todo ha sido armónico ni unánimemente respetado. Enfrenta variados desafíos, algunos incipientes y otros evidentes. No es de extrañar, según lo demostraron las sucesivas etapas de las Relaciones Internacionales, desde la Guerra Fría, pasando por Coexistencia Pacífica, Distensión, Colaboración, y una situación presente muy difícil de calificar, pero que podría, dadas sus características, ser denominada como de “Autocracias Deconstructivas”. Es decir, que tienen como objetivo, la revisión y revalorización de lo que ha existido hasta el presente, suplantándolo por claros intentos de predominio propio, imposición a los demás, y accionar impunemente, sin consecuencias.
De los 193 Países Miembros de la ONU, ni siquiera en un tercio, rigen democracias plenas, que cumplen los fundamentos esenciales del sistema, con elecciones abiertas, informadas, libertades, y posibilidad de que el opositor pueda acceder al poder; lo que tan dificultosamente se ha desarrollado, apoyado por un robusto andamiaje jurídico, órganos con atribuciones, y tribunales encargados de preservarlo. Sabemos que siempre habrá regímenes que procuren incumplirlos. Pero, el propio sistema habilita y da herramientas, para que puedan ser sancionados, ya que el resto de los países tiene la responsabilidad colectiva de no aceptar excepciones. A pesar delas fragilidades y dificultades que conllevan los consensos políticos, finalmente han habido más acuerdos que desacuerdos, no sólo porque así se elaboró el sistema de post-guerra, sino porque todavía persiste el resguardo y justo temor, frente a la amenaza de una nueva confrontación mundial, que tendría la potencialidad de ser la última que resista el planeta. Por lo tanto, sería sumamente grave, si el sistema deja de funcionar, se debilita, o se busca simplemente su reemplazo.
Dos de las tres principales potencias, no califican de democracias propiamente tales. China y Rusia, acrecientan su poder interno sin plazo de término, y avanzan en objetivos internacionales, principalmente en lo vecinal, por ejemplo en el Mar del Sur y Taiwán, o Ucrania, respectivamente, creando zonas de conflicto. Hasta Estados Unidos esbozó escapar de su tradición democrática, sin mayores consecuencias, aunque se muestre debilitado, desafiado y con derrotas en algunos campos. Eso sí, todavía tiene la capacidad de recuperarse y reeditar su liderazgo, aunque cada vez le sea más desafiante. Es evidente el poco entendimiento y competencia desatada entre estas Grandes Potencias, lo que por cierto, contribuye a la carrera armamentista y falta de acuerdos. Se suman otros regímenes claramente autocráticos, como Turquía, Irán, Corea del Norte, que desafían a los demás, sin contención, lo que alienta a seguir sus ejemplos. En nuestra región Latinoamericana, Cuba y Venezuela, claramente dictatoriales, añaden a Nicaragua, sin olvidar seguidores que abiertamente quieren emularlos, a `pesar de no evidenciar ningún progreso. También sucede en Asia, y en África, con gobiernos eternos; otro tanto en el mundo Árabe, algunos despóticos retrógrados, subordinados a creencias religiosas extremas, como Afganistán, el intento no erradicado del Estado Islámico, o Siria, en permanente revolución. Subsisten fanáticos terroristas, que aunque menguados, no terminan de amenazar a quien no coincida con sus creencias fanáticas. Todas estas situaciones han proliferado en pocos años, y el sistema internacional, parece haber perdido ciertos valores, así como su capacidad de prevención, y corrección. Terminan siendo tolerados y hasta imitados. Y en algunos casos, las actuales prioridades, como el ecologismo, paridad de género, medicamentos y vacunas contra la devastadora pandemia, o cambios en el modelo de desarrollo, y cuestionamiento de las instituciones democráticas y libertades individuales, se han trasformado en poderosas armas políticas, que sus promotores más decididos procuran que se superpongan a todos los demás valores tradicionales, que quedarían subordinados. Una nueva forma de imposición de ciertos tendencias coyunturales, por sobre principios permanentes.
Corresponde que todos ellos sean evaluados en su mérito y en su adecuada valoración. Por justos y necesarios que parezcan, no todos son complementos necesarios a una nueva adecuación de los que constituyen los cimientos fundadores del orden internacional. Éstos son anteriores y fundamentales, para servir de base a todos los demás que aparezcan, sin eliminar ni condicionar los principales. De suceder, como muchas corrientes propugnan, y tal vez de manera excluyente, se corre el riesgo de que se desvaloricen aquellos primarios, y se trastoquen y reemplacen por nuevos. No consiste en impedirlos, todo lo contario, sino en incorporarlos en su justa medida, en la cadena de valores esenciales, sin debilitar, ni trastocar o descartar los que existen. Todos se necesitan mutuamente. No hay desechables ni reemplazables. Todos valen y todos requieren la necesaria evolución progresiva, sin presiones descalificatorias.
Ésta es la amenaza mayor. Que el sistema tan trabajosamente creado y aceptado universalmente, ya no tenga fuerzas para ser defendido, y sea superado sin remordimiento, o trasformado en semi-inservible, donde se cumple el rito de denunciar sin consecuencias, cualquier afán revisionista. Tal tendencia, todavía no se ha generalizado, pero el resquebrajamiento continuo y las excepciones, cada vez más toleradas, advierten que podría suceder. (Santiago, 10 noviembre 2011)

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