Artículos de Opinión

Las vacunas en Chile: historia, evolución y desmantelamiento.

Las vacunas son un tema especialmente controversial en la actualidad, tanto en Chile como en otros países. Es útil revisar cómo ha sido la política sanitaria en cuanto a las vacunas en nuestro país, así como las fuertes campañas que desde hace décadas han desprestigiado su efecto y efectividad.

“Sin equidad, no podremos acabar con la COVID-19, el VIH ni ninguna otra pandemia”
Peter Sands
(Fondo Mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria)
Hace unas semanas fue publicada la noticia que el laboratorio chino Sinovac tendría interés de instalarse en Chile con una planta productora de vacunas que alimente a toda la región. Aquello habría sido informado por el rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez, quien espera la llegada en julio o agosto de 4 a 6 científicos chinos, quienes vendrán a conocer los espacios donde se instalarán en la universidad[1]. Sinovac tendría intenciones de partir con una planta que fabrique, de aquí a un año, un número cercano a 60 millones para todo Latinoamérica.
En alguna época, nuestro país tenía gran prestigio en Latinoamérica siendo pionero en el desarrollo científico y la inoculación de enfermedades. Creo importante recordarlo, para repensar en la necesidad de que Chile vuelva a ese camino y fortalezca sus instituciones científicas en salud. A propósito de este anuncio se presenta una revisión de la historia del desarrollo de las vacunas en nuestro país, su evolución, desmantelamiento y su situación actual.
HISTORIA DE LAS VACUNAS EN CHILE
Las vacunas son un tema especialmente controversial en la actualidad, tanto en Chile como en otros países. Es útil revisar cómo ha sido la política sanitaria en cuanto a las vacunas en nuestro país, así como las fuertes campañas que desde hace décadas han desprestigiado su efecto y efectividad.
a)Los esfuerzos de la autoridad por incorporarla
Cuando aún era una colonia hispana, en Chile en el año 1806 se habrían vacunado a unas siete mil seiscientas personas en contra de la viruela, que fue la primera vacuna que llegó a Chile[2]. Sin embargo, a pesar del temor que causó dicha enfermedad, la población no aceptó con facilidad ser vacunada, pues, si bien algunos acudieron a vacunarse, la gran mayoría se mantuvo ajena a la técnica y no creyó en su eficacia[3]. Se constató que en un primer momento muchos habían acudido a recibir el fluido, sin embargo, dos años después de iniciadas las primeras vacunaciones, la situación había cambiado. Este cambio de actitud descrito puede vincularse con uno de los problemas centrales que tuvo esta vacunación: la falsa vacuna. Esto ocurría cuando una persona que había sido vacunada no desarrollaba inmunidad contra la viruela y quedaba expuesta a contraerla[4]. Las causas de la falsa vacuna eran diversas, pero ocurría cuando el fluido utilizado estaba descompuesto o alterado por alguna mala práctica del vacunador.
El temor a la falsa vacuna desacreditó la práctica de vacunar no sólo porque utilizar un fluido desvirtuado hacía de la práctica una pérdida de tiempo, sino porque las autoridades identificaron que éste fue un factor importante por el que la población resistió y desconfió respecto a la seguridad de la vacunación. Con el apoyo de la Iglesia y las personas influyentes de la sociedad, las autoridades iniciaron una fuerte campaña para vacunar a todas las personas, sin distinción de edad o sexo[5]. Con el tiempo, la experiencia de los buenos resultados de la vacuna fue un elemento reconocido que posibilitó su difusión, ya que al observarse que los vacunados no contraían viruela, los temores se disipaban y podía esperarse mayor interés por recibir el fluido. El modo en el que las autoridades llevaron a cabo la vacunación fueron una señal de que la prevención de la viruela no sólo respondía a una decisión individual, sino que comenzó a adquirir una dimensión social y política, es decir, pública. Curiosamente, aquello no cambiaría con los períodos bélicos de patria nueva y reconquista, en los que nunca falto fluido para vacunación. Es más, una vez instaurado el gobierno de Bernardo O´Higgins, rápidamente la prensa dio cuenta de la reactivación de las inmunizaciones, publicando una reflexión sobre el estado de la vacuna en Chile que dio cuenta de los cambios ideológicos del período. Ya no era vista como un bien que la monarquía entregó a sus colonias, sino como un bien público que las autoridades debían difundir por el objetivo común que era defender a la patria. La década de 1820 marcó una reactivación de las inmunizaciones y sólo en 1821 se vacunó al doble de personas que en los tres años anteriores. Hacia la década de 1830, las cifras aumentaron aún más, pues en los dos primeros años se realizaron más vacunaciones que en todos los años precedentes, lo cual se explica por la consolidación de una estructura estatal que permitió llevar a cabo de manera efectiva muchas de las políticas utilizadas en años anteriores[6].
Con todo, y como respuesta a las epidemias de viruela que seguirá sufriendo Chile durante el resto del siglo XIX y hasta 1923, autoridades y médicos como Adolfo Murillo debatieron sobre la necesidad de contar con una Ley de Vacunación Obligatoria que asegurara la inmunización de la población chilena contra esta enfermedad. Sin embargo, esta medida fue rechazada en repetidas ocasiones por parlamentarios e intelectuales de ideología liberal como Alfredo Helsby, que consideraron que la vacuna era un fracaso y que atentaba contra las libertades individuales[7]. Uno de los médicos que apoyó esta medida fue Adolfo Murillo, quien en 1883 pronunció un discurso ante la Cámara de Diputados en su defensa. Además, en 1906 la Junta Central de la Vacuna planteó que la vacuna era el método más efectivo contra la viruela, por lo que solicitó «que una vez por todas se presente por el Supremo Gobierno al Congreso Nacional un proyecto de ley que haga obligatoria la vacunacion. Hemos creido i seguiremos creyendo que si se adoptara esta salvadora medida, desterraríamos para siempre una epidemia que grasa nuestras poblaciones i que nos avergüenza en el concierto de las naciones civilizadas[8]«
En 1877, el diputado por Santiago y médico obstetra y cirujano Ramón Allende Padín presentó al Congreso un proyecto de ley sobre vacunación obligatoria que fue rechazado por la Cámara de Diputados en 1882. Cuatro años más tarde, en 1886, el entonces Presidente José Manuel Balmaceda envió un proyecto sobre vacuna obligatoria que también fue resistido por el Congreso Nacional. El principal argumento que defendieron quienes se opusieron a estos proyectos fue que su carácter obligatorio atentaba contra las garantías individuales. La otrora indiscutible tarea de la autoridad sobre el rol del Estado en la protección de la salud de la población fue objeto de debate durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. En 1887, Balmaceda estableció el Decreto de Vacunación Obligatoria contra la viruela para todos los recién nacidos del país, iniciándose con ello «una nueva política de vacunación, aunque ésta no fuese una ley nacional extensiva a todos los ciudadanos de la república[9]«. Finalmente, en 1918 el Código Sanitario estableció la vacunación obligatoria contra la viruela para toda la población en su primer año de vida y su revacunación en el décimo y vigésimo año. Además, el Código estableció en su artículo 57 que «recibirán, asimismo, el virus anti-variólico, dentro del primer año, a contar desde el día en que empiece a rejir este Código todas las personas que en esa fecha no hubieren sido vacunadas o revacunadas respectivamente[10]»
Aunque la política de vacunación en Chile tuvo el apoyo de autoridades y médicos, no logró erradicar la viruela hasta la segunda mitad siglo XX. Una de las explicaciones más recurrentes es que las personas sencillamente no se vacunaban. Las fuentes médicas se refieren a la resistencia popular ante la vacunación como una de sus mayores preocupaciones. Igualmente, indicaban que las personas más pobres eran las más reacias a la vacuna, pero era probable que hubiera haya sido más aceptada en el grupo acomodado, pues su mayor nivel cultural les permitía conocer los beneficios de la vacuna a través de lecturas, prensa, viajes a Europa, entre otros medios de información. En términos generales, la población le temía a la vacunación, y por tanto la evitaba. Según los médicos, una de las causas de este rechazo se relacionaba con el principio mismo de la vacuna, debido a que el concepto de inmunidad resultaba confuso para las personas. La similitud de los síntomas, y la misma explicación de cómo se generaba la inmunidad, colaboraba con esa percepción. La escasez de vacunaciones tendrá entonces como una de sus principales causas el temor a que la vacuna les causara la viruela por la confusión que producía el hecho de inyectar la viruela vacuna para protegerse. Otra causa de la baja vacunación decía relación con las probabilidades de contraer la viruela de forma natural versus el peligro de contraerla con la vacuna eran tan parecidas en el imaginario popular que “no tenía sentido en molestarse en ir a vacunarse”.
Respecto a la vacunación de los recién nacidos, que los médicos promovían tenazmente, también existían temores de los padres ya fuese por una edad muy temprana para hacerlo, o la salida de dientes o cualquier otra razón que fomentara la angustia de los padres a vacunar a sus hijos. Por otra parte, en la época existían diversas medicinas populares que competían fuertemente con la medicina oficial. Este estilo de medicina se basaba en el uso de hierbas y se combinaban usualmente con prácticas religiosas y raíces mapuches. Y a todo esto había que sumar que era un procedimiento algo doloroso. La jeringa utilizada en la época tenía lanceta de gran tamaño y había que inocular tres veces » el brazo para asegurar el resultado. Si la vacuna no brotaba, había que repetir la operación. Para someterse a la vacuna había que acudir a un centro especializado y soportar los efectos posteriores. Ir a vacunarse implicaba perder un día entero en la sala de vacunación (con el temor de ser despedido u hostilizado por los patrones) y cuidar al hijo cuando le daba fiebre la inoculación. Con todo, la vacunación era rechazada por una desconfianza de los sectores populares en la medicina científica y, en términos más generales, en las autoridades de gobierno quienes veían en la vacuna un gasto innecesario[11].
A sólo cuatro años del rechazo del proyecto de la vacunación obligatoria y en medio de un brote de viruela, arribaba el cólera desde Argentina en 1886. La temida y desconocida enfermedad, generó alarma en el país. EI presidente José Manuel Balmaceda, reaccionó con premura para controlar la situación y antes de que la epidemia se presentara, se aprobó la ley de policía sanitaria que facultaba al Presidente de la Republica para tomar diversas medidas respecto a las epidemias. Si bien las campañas de vacunación se efectuaban con cierta periodicidad, la permanencia de la enfermedad ponía en evidencia que aún existía una gran cantidad de población que aún no gozaba de ese beneficio. Los médicos insistían en la obligatoriedad de la vacunación como ley nacional, hecho que sólo se concretó en 1918 al sancionarse el primer Código Sanitario de nuestro país. La sola promulgación de este corpus indica un significativo avance en los alcances de la salud pública, ya que se abarcaban diversas materias de importancia para la ciudadanía, en especial, se establecía la ansiada ley de vacunación obligatoria, que suponía que todos os habitantes de la república recibirían la vacunación antivariólica en el primer año de vida, así como las revacunaciones correspondientes[12]. La relevancia de este corolario radicaba en que todas las personas que habían quedado fuera del proceso de vacunación, sin importar su edad o condición, debían acudir a vacunarse dentro del primer año de vigencia de esta ley.
Si bien la mortalidad por viruela disminuyó, se presentaron ciertos focos de norte a sur lo que justificó la aplicación de multas a quienes evitaran el procedimiento. Medidas como el aislamiento como la desinfección también fueron medidas que se aplicaron tanto para la viruela como para otras enfermedades epidémicas. Estas medidas incidieron en la disminución de casos de viruela y desde los años veinte ya no fue considerada una enfermedad epidémica, pero se mantendrán las precauciones. La enfermedad había sido superada como epidemia. Sin embargo, para Cabrera es evidente que la exterminación de la enfermedad no fue consecuencia directa del Código Sanitario ni de las medidas de Balmaceda, sino que fue producto de largos años de persuasión y lucha médica. Es altamente probable que, si hubiera existido la voluntad política de legislar antes este proceso, hubiera sido más rápido y efectivo, evitándose miles de muertes[13].
A partir de la creación del Instituto de Higiene en el año 1892, comienza la investigación y el desarrollo de nuevos sueros, como es el caso del suero tuberculina que posteriormente es usado como un reactivo de diagnóstico en la prueba cutánea de la tuberculina. También se desarrolla en los comienzos del IH el suero antidiftérico que mantuvo su producción por un período récord de más de ochenta años, pues sólo dejó de producirse en el año 2005 en dependencias del ISP cuando se termina definitivamente con la producción de vacunas en Chile[14]. Con la creación del Instituto Bacteriológico (IB) en 1929 comenzaron a fabricarse una serie de sueros para combatir infecciones bacterianas causantes de lesiones necróticas y escarlatina los cuales dejaron de producirse alrededor del año 1945, cuando comenzó a usarse la penicilina de forma más masiva. En total es posible enumerar alrededor de siete tipos diferentes de sueros fabricados desde 1929. Por su parte, la producción de vacunas aumentó con la creación del IB, tanto vacunas bacterianas como virales, como, por ejemplo, la vacuna contra la escarlatina, además de la vacuna contra la peste bubónica o peste negra, producida por la bacteria Yersinia pestis. Todas estas vacunas se fabricaron en el IB por más de una década hasta el descubrimiento de la penicilina y el desarrollo de otros antibióticos. También se desarrollaron importantes vacunas como la antituberculosa que comenzó a fabricarse en el IB a partir del año 1953 con el apoyo de la directiva de este Instituto, ya que se invirtió en la construcción de un pabellón especial para su fabricación, y se capacitó a profesionales en el extranjero para el desarrollo de la vacuna y de nuevas formas de presentación. Dicha vacuna se elaboró hasta el término de la producción en el ISP por un período de más de 40 años.
b) El período de desmantelamiento
Sin embargo, a partir de 1973, se entendió que dinámica de la oferta y demanda de salud debía dejar de ser regulada por el Estado y la intervención estatal sólo se justificaría, a partir de entonces, cuando hubiera fallas de mercado que los privados no pudieran solucionar por sí solos. El Estado debía garantizar el libre acceso a la salud, la coordinación y el control de la ejecución de prestaciones de salud en instituciones públicas o privadas. A partir de ese año se suspendió toda inversión en equipamiento en vacunas, otras actividades productivas fueron cerradas o trasladadas, como la producción de penicilina[15] cloranfenicol, éter, insulina y hormonas tiroideas. La producción de vacunas se mantuvo con un presupuesto mínimo para operación, lo que puso presión sobre el equipo profesional para mantener los estándares de calidad internacionales.
Mientras, la producción de vacunas en el mundo fue desarrollando nuevas tecnologías, incorporando, por ejemplo, la automatización de procesos. Luego vino el proceso de reformas concordantes con el rol subsidiario de un Estado eficiente y pequeño, en que el IB pasó a ser el Instituto de Salud Pública (ISP) por Decreto Ley 2763, de 1979[16]. La creación del ISP consolidó un rol preferentemente regulador, al que le correspondía servir de laboratorio nacional de referencia, normalizador y supervisor; ejercer acciones de control de calidad de medicamentos y otros insumos médicos; ser el organismo productor del Estado, elaborando productos en casos calificados y con autorización del Ministerio de Salud; prestar servicios de asesoría, investigación, capacitación y fiscalización[17]. Desde entonces, el ISP podía producir insumos médicos, pero ésta era una función secundaria frente al rol de ente normalizador y supervisor y, que por lo demás, debía justificarse y obtener aprobación del Ministerio de Salud[18]. El rol productor del ISP ha sido desde entonces objetivo de discusiones internas para los funcionarios del ISP, que pone en cuestionamiento el discurso oficial y dominante que argumenta a favor del rol subsidiario, la imposibilidad de ser “juez y parte” al producir y regular, y la supuesta idoneidad del sector privado en la actividad productiva. Esta ideología ha tenido como consecuencia el abandono de las actividades productivas del ISP en sueros, vacunas y medicamentos[19].
A principios de la década de los noventa hubo un intento por reforzar la producción de vacunas y se creó una unidad de investigación y desarrollo, donde se contrataron nuevos investigadores calificados. Esta unidad tuvo proyectos para desarrollar la vacuna contra Haemophilus influenza tipo b y una vacuna para proteger la producción acuícola de salmones[20]. No obstante, el interés demostrado en esta primera etapa de la administración se fue perdiendo con sucesivos cambios de Dirección del ISP y la falta de inversiones. A inicios del nuevo siglo, los profesionales del ISP temían un inminente cierre de la producción de vacunas, después del largo abandono y desinversión incluso creó entonces el “Comité de Defensa de las Vacunas del ISP”, que llegó a presentar sus argumentos al Congreso Nacional. Si bien, el conflicto tuvo cobertura mediática, a juicio de los entrevistados, los medios dieron más espacio a las comunicaciones de los laboratorios comerciales. En 2005 expiraron los registros sanitarios como medicamentos de las vacunas producidas en el ISP y tampoco fueron renovados, y, al quedar stock que se siguió envasando, se definió 2005 como fecha de término. El Ministerio de Salud de la época comisionó un estudio de evaluación técnico-económica de la producción del ISP, que habría informado la decisión de cierre. La evaluación se basó en un análisis de costos y beneficios económicos, que mostraba que era necesario invertir en tecnología, con costos de inversión tan altos que era inviable su factibilidad económica. La posibilidad de lograr rentabilidad aumentando el tamaño del mercado a base de exportaciones resultaba poco realista dada la pérdida de presencia como proveedor internacional[21].
La producción de vacunas en el ISP llegó a una situación de des-inversión que la hacía insostenible en el tiempo. A pesar de ello y hasta sus últimos días, la producción seguía cumpliendo estándares de calidad, satisfaciendo las necesidades de los programas de vacunación en Chile y otros países de la región. Ya desde los años noventa, no sólo los profesionales del ISP, sino también los expertos de la OPS, venían alertando sobre la necesidad de pasar a una nueva etapa en la producción de vacunas en los laboratorios estatales de Latinoamérica[22]. Otros países de Latinoamérica han continuado con su producción estatal, como es el caso de: Colombia en el Instituto Nacional de Salud[23], en el cual se realiza investigación y desarrollo y se producen sueros y anti-venenos; Venezuela en el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel[24], en el que se investiga y desarrollan productos tales como reactivos y líneas celulares para la fabricación de vacunas, además de Brasil y México, que fabrican vacunas virales y bacterianas en el Instituto Butantan[25] y en el Instituto Nacional de Higiene[26], respectivamente. También hay ejemplos de la importancia que le da el Estado a la investigación y desarrollo, como es el caso de Ecuador con la creación del Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública INSPI[27], antiguo Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical “Leopoldo Izquieta Pérez”, que fue creado con el objetivo de que exista una institución especializada en investigación científica, que genere y difunda conocimientos científicos y tecnológicos en salud, además de la prestación de servicios de laboratorio especializado en el ámbito de la salud pública.
c) Situación actual
En la actualidad el país cuenta con un Programa Nacional de Inmunizaciones. Este ha permitido la disminución de la morbilidad y mortalidad de las enfermedades inmunoprevenibles contribuyendo a la disminución de la mortalidad infantil. El Programa Nacional de Inmunizaciones posee un enfoque integral y tiene como objetivo prevenir morbilidad, discapacidad y muertes secundarias a enfermedades inmunoprevenibles, a lo largo de todo el ciclo vital y cuenta con un calendario de vacunaciones por edad y tipo de vacuna[28]. El Departamento de Inmunizaciones del Ministerio de Salud -creado en 2011- tiene como misión la “protección de la población residente en Chile, frente a enfermedades inmunoprevenibles relevantes para la salud pública, con calidad, seguridad y eficiencia, acorde al desarrollo biotecnológico y la evidencia científica”. Actualmente, las vacunas del Programa Nacional de Inmunizaciones protegen contra 16 agentes infecciosos[29], siendo universales (la provisión de vacunas está garantizada independiente de género, procedencia socioeconómica, vinculación al sistema de salud, posición social, origen étnico y práctica religiosa), gratuitas (para todos los usuarios en el territorio nacional) y obligatorias[30]. Para el año 2018, el presupuesto del Programa Nacional de Inmunizaciones fue de $46.454 millones[31].
Con todo, prácticamente todas las vacunas en Chile se compran a laboratorios extranjeros. Un ejemplo reciente es la compra de vacunas contra el Covid-19 por medio de acuerdos con laboratorios como Pfizer y BioNTech, que permitió en un comienzo tener acceso a 10 millones de dosis, además de la “intención de comprar y hacer las reservas correspondientes para adquirir 14,4 millones de dosis de la vacuna que está desarrollando el laboratorio AstraZeneca en conjunto a la Universidad de Oxford[32]”. Por otro lado, también se suman las gestiones hechas por Prosur que permitieron a Chile suscribir un acuerdo con Covax, una iniciativa liderada por la Organización Mundial de la Salud (OMS)[33], la Unión Europea y asociaciones como la Fundación Bill y Melinda Gates. No deja de llamar la atención que lo anterior resulte de un acuerdo unilateral con laboratorios privados y no por intermedio de licitaciones públicas que podrían permitir negociar o al menos transparentar los valores de cada vacuna. Por su parte, el Instituto de Salud Pública de Chile (ISP), ya habría informado que, con fecha 27 de noviembre del año en curso, el Laboratorio Pfizer ingresó una solicitud para autorizar el uso provisional de su vacuna contra el Covid-19[34]. Días después el Presidente de la República anunció que el plan de vacunación contra el coronavirus el que se inició el primer trimestre de 2021 y considera a 15,2 millones de personas. Enfatizó que en una primera instancia se vacunarán a los trabajadores de alto riesgo, como personal de la salud, del transporte, entre otros. Para luego seguir con los adultos mayores, enfermos crónicos. Por último, indicó que las vacunas “serán voluntarias y gratuitas y considerará la aprobación de reguladores de alto nivel, y por supuesto la del ISP[35]”.
Hoy en día se está vacunando a los mayores de 20 años y desde hace una semana comenzó la inoculación a los menores entre 12 y 17 años con comorbilidades[36], para dar paso en poco tiempo a este grupo sin comorbilidades. (Santiago, 30 julio 2021)
 
[1] CnnChile. Rector UC revela que Sinovac quiere instalar una planta para producir vacunas en Chile. En: https://www.cnnchile.com/coronavirus/rector-uc-sinovac-planta-chile-vacunas_20210617/
[2] Archivo Nacional de la Capitanía General, vol. 967, fj. 131, julio de 1806. Se consideran las vacunaciones realizadas desde mayo de 1806 hasta el 16 de noviembre de 1807.
[3] Caffarena Barcenilla, Paula. (2016). Salud pública, vacuna y prevención: La difusión de la vacuna antivariólica en Chile, 1805-1830. Historia (Santiago)49(2), 347-370. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942016000200001
[4] Melchior Adam Weikard, Elementos de la Medicina práctica del Consejero Weikand, Madrid, Imprenta Real, 1804, p. 301.
[5] Caffarena Barcenilla, Paula. (2016). Salud pública, vacuna y prevención: La difusión de la vacuna antivariólica en Chile, 1805-1830. Historia (Santiago)49(2), 347-370. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942016000200001
[6] Ibíd.
[7] Memoria chilena. Biblioteca Nacional y digital de Chile. La vacunación en Chile (1805-1923). En: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-printer-545921.html
[8] Memoria chilena. Biblioteca Nacional y digital de Chile. Ley de vacuna obligatoria. En: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-93710.html
[9] Cabrera, Josefina. «¿Obligarse a vivir o resignarse a morir? Viruela y vacuna: el debate de una enfermedad y su prevención a comienzos del siglo XX en Chile», p. 62. En: Por la salud del cuerpo. Historia y políticas sanitarias en Chile, Soledad Zárate compiladora, Santiago, Ediciones Alberto Hurtado, 2008.
[10] Código Sanitario. Ley No. 3385 Conforme al diario oficial de fecha 22 de junio de 1918, p. 23
[11] Cabrera, Josefina. «¿Obligarse a vivir o resignarse a morir? Viruela y vacuna: el debate de una enfermedad y su prevención a comienzos del siglo XX en Chile», p. 62. En: Por la salud del cuerpo. Historia y políticas sanitarias en Chile, Soledad Zárate compiladora, Santiago, Ediciones Alberto Hurtado, 2008.
[12] A su vez, se agregaba que debían vacunarse: » dentro del primer año, a contar desde el día en que empiece a rejir (sic] este Código, todas las personas que en esa fecha no hubiesen sido vacunadas o revacunadas, respectivamente… » . Ibíd. Pág. 64
[13] Ibíd. Pág 71.
[14] Parada, Mirtha y Ibarra. Cecilia. Fabricación de vacunas en chile una historia de producción local poco (re)conocida. Revista del Instituto Nacional Público de Chile.  2019, Numero 3, volumen 1. Págs. 21-31
[15] Parada M, Ibarra C. Historia de la Producción de Penicilina en Chile (1943-1973). En Y. Carvajal y M. J. Correa Gómez (eds.). Historia de los medicamentos. Santiago de Chile Ocho Libros, 2016.
[16] Decreto Ley 2763, 1979. Reorganiza el Ministerio de Salud y crea Servicios de Salud, el Fondo Nacional de Salud, el Instituto de Salud Pública y la Central de Abastecimientos del Sistema Nacional de Servicios de Salud. Artículo 1º. Disponible en: https://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=6999.
[17] Ibíd. Título 4°.
[18] Decreto 1222 de 1996. Aprueba Reglamento del Instituto de Salud Pública de Chile. Disponible en: https://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=75287.
[19] Ibarra M. Cecilia, Parada V. Mirtha. Producción de sueros y vacunas en Chile, la importancia del abastecimiento local. Rev. chil. infectol.  [Internet]. 2020  Agosto [citado  2020  Nov  18];  37(4): 413-421. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-10182020000400413&lng=es.  http://dx.doi.org/10.4067/S0716-10182020000400413.
[20] Ibíd.
[21] Ibíd.
[22] Homma A, Fabio J L di, de Quadros C. Los laboratorios públicos productores de vacunas: el nuevo paradigma. Rev Panam Salud Pública/Pan Am J Public Health 1998; 4 (4). https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/8529/4n4a1.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[23] Instituto Nacional de Salud de Colombia. En:  https://www.ins.gov.co/Paginas/Inicio.aspx
[24] Sitio web: p://www.inhrr.gob.ve/
[25] Sitio web: http://www.butantan.gov.br/
[26] Sitio web: https://www.birmex.gob.mx/inh.html
[27] Sitio web: http://www.investigacionsalud.gob.ec/direccion-ejec/
[28] Revisar en: https://vacunas.minsal.cl/ y en: https://www.minsal.cl/programa-nacional-de-inmunizaciones/
[29] Agentes infecciosos bacterianos: M. tuberculosis (tuberculosis), C. diphteriae (difteria), C. tetanii (tétanos), B. pertussis (coqueluche o tos convulsiva), neumococo, meningococo, Haemophilus influenzae tipo b. Agentes infecciosos virales: polio, sarampión, rubéola, parotiditis, hepatitis A, hepatitis B, rabia, influenza, papiloma humano.
[30] De acuerdo al Decreto Supremo N° 6 de 2010 y sus sucesivas modificaciones, siendo la última el Decreto Exento N° 340, de octubre de 2017.
[31] Dirección de Presupuestos Gobierno de Chile, 2018
[32] Duna.cl ¿Cómo funciona Covax y la alianza con Chile para la vacuna contra el Covid-19?. Autor: Felipe Alcaíno. 23 Septiembre, 2020. En: https://www.duna.cl/noticias/2020/09/23/como-funciona-covax-y-la-alianza-con-chile-para-la-vacuna-contra-el-covid-19/ (visto el 15 de noviembre de 2020)
[33] La OMS publicó una lista con 156 países que se unieron a la red Covax, cuya idea es obtener al menos 2.000 millones de dosis (suficientes para uno de cada siete personas en el mundo) antes del final de 2021 y que busca una distribución equitativa para todos los países, sin importar su clasificación de ingresos.
[34] Ministerio de Salud. El Instituto de Salud Pública de Chile recibió la solicitud para autorizar uso provisional de la vacuna Pfizer contra COVID-19. 27/11/2020. En: http://www.ispch.cl/noticia/30807
[35] Duna.cl Presidente Piñera anuncia que plan de vacunación contra el Covid-19 empezaría el primer trimestre del 2021 e incluiría a 15,2 millones de personas. Loreto Concha, 1 Diciembre, 2020. En: https://www.duna.cl/noticias/2020/12/01/presidente-pinera-anuncia-que-plan-de-vacunacion-contra-el-covid-19-empezaria-el-primer-trimestre-del-2021-e-incluiria-a-152-millones-de-personas/
[36] La tercera.cl. Este 21 de junio comienza la vacunación contra el Covid-19 en niños en Chile. En: https://www.latercera.com/nacional/noticia/gobierno-anuncia-que-vacunacion-contra-el-covid-19-para-menores-de-edad-comenzara-el-proximo-21-de-junio/KYYNPX7SNNBF5OMEYR46VT6YDY/

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