Artículos de Opinión

Una democracia sin poder electoral.

Sin sufragio efectivo desaparece la democracia.  Por  lo mismo, como función  pública el sufragio debe ser obligatorio, tal como lo fue en toda nuestra historia republicana.

Hay en este título una contradicción esencial.
No puede existir una democracia real donde no exista un Poder Electoral con sus caracteres fundamentales:  comunidad de electores; derecho a elegir y a ser elegido a un cargo público; obligación ciudadana a emitir el sufragio, no pudiendo excusarse sin acreditar su excusa; sanción a quien omita sufragar en la oportunidad debida.
En el Siglo pasado, el Profesor francés Georges Burdeau declaró que el Cuerpo Electoral representa “El primero de los Poderes”.  Y añadió: “Si  todos los demás poderes parecen colocados sobre éste, es porque éste los sostienen a todos”.
En Chile, el destacado constitucionalista, don Jorge Huneeus señaló que “El poder electoral (es) el primero y el más importante de todos, puesto que designa a las personas llamadas a desempeñar el poder legislativo, al jefe del ejecutivo y a las autoridades  municipales”.
Sin sufragio efectivo desaparece la democracia.  Por  lo mismo, como función  pública el sufragio debe ser obligatorio, tal como lo fue en toda nuestra historia republicana.
La absurda reforma del constituyente, promulgada por Ley N° 20.337 de 2009, que transformó en “voluntario” el sufragio, que hasta entonces había sido “obligatorio” para los ciudadanos –conforme al Art. 15 C.P.R.–  desacredita y debilita a la Democracia.
Porque el sufragio no es sólo un derecho; eliminar el deber de sufragar erosiona el Poder Electoral, fuente suprema de la soberanía popular y respaldo de todos los poderes.
Finalmente, el Poder Constituyente tampoco existiría si no existiera el sufragio como función de la democracia. (Santiago, 17 junio 2021)
 
Profesor Dr. Lautaro Ríos Álvarez
Prof. Emérito – Universidad de Valparaíso

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  1. No sólo erosiona el poder electoral, prácticamente insta a la ciudadanía a restarse del las elecciones.
    Sumado a la eliminación de educación cívica de la malla curricular estudiantil, se concretó uno de los mayores errores en la política chilena.

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