Sr. Director:
El profesor Lautaro Ríos en su columna “No marcar el voto” (Véase relacionado) da dos argumentos para no seguir la iniciativa realizada por el movimiento ciudadano “Marca tu voto” de escribir AC dentro del voto en las próximas elecciones. El primero de ellos me parece que se sostiene en una concepción de la democracia que no se debería defender y el segundo de ellos es simplemente incorrecto.
El primer argumento de Ríos, luego de señalar correctamente que en Chile no existen mecanismos democrácticos de accountability ni de iniciativa legislativa ciudadana, concluye que “el sufragio es el único derecho político con que cuentan los electores, marcar el voto es ensuciar el único acto ritual con el que el cuerpo electoral ejercita la democracia”. Al respecto me parece que es muy importante, contra lo señalado en el párrafo citado, asumir una concepción de la democracia que le quite importancia al voto y reconocer que existen otros rituales igual o más importantes, como lo son la organización de marchas, el juntar firmas o el marcar el voto con una AC. Esto por dos razones. La primera es una de contingencia nacional y tiene que ver con entender que el voto en Chile tiene una legitimidad democrática muy limitada, especialmente por la existencia del sistema binominal y la generación en las últimas décadas de una clase política no representativa que usualmente da la espalda a la comunidad. La segunda razón es normativa y supone entender que la democracia implica la construcción de un espacio público inclusivo que se debe extender a la mayor cantidad de instancias posibles, siendo la elección de cargos públicos por medio del voto solamente una de ellas. En este sentido, marcar el voto puede ser un acto igual o más democrático que votar por un candidato específico.
El segundo argumento de Ríos es que “marcar el voto es abrir la puerta al regreso del cohecho”. Para llegar a dicha conclusión nos recuerda que históricamente la práctica de marcar votos había sido usada para eso. Pero es claro que una cosa no lleva a la otra. El cohecho no consistía solamente enmarcar el voto, sino que se sumabanotros elementos del contexto (e.g. que cada candidato imprimía sus propias papeletas, como bien señala Ríos), los cuales ya no están presentes en el sistema actual, donde se procura asegurar el voto secreto.
Es más, la finalidad para la que se utiliza una práctica (en este caso, marcar el voto) puede cambiar y, con ello, su valor simbólico. En este caso, podría leerse la invitación a marcar el voto (que sigue siendo secreto) como una forma de adherirle fuerza democrática y no quitársela (como ocurriría si se volviera al cohecho). Si bien es importante no olvidar los momentos negros de la historia electoral, ello no debe significar que no se puedan redefinir ciertas prácticas para fines democráticos. Es un error asumir que marcar el voto implica que habrá cohecho, como asume Ríos.
En este sentido es importante entender que para quienes invitan a marcar el voto en estas elecciones, el voto sigue siendo secreto yno se dará nada a cambio a nadie por marcarlo, ni se le amenazará para que lo haga. Es más, este movimiento, ni siquiera puede prometer a la gente que su voz será escuchada por la clase política, más bien es una invitación a tomarse el espacio público, a democratizarlo.
Sebastián Figueroa Rubio
Universidad de Girona.