Las intervenciones de algunos de los diputados debutantes, más que iluminarnos en algún tema en específico, nos han hecho reflexionar sobre cuáles son los requisitos necesarios para asumir este importante cargo. Si sólo nos importan las formalidades requieren esto: tener al menos 21 años; derecho a voto; enseñanza media completa, y que lleve viviendo al menos 2 años en el distrito por el que compite.
Observamos que no es necesario gozar de un gran currículum para ser candidato a diputado, lo que a priori no es un problema. Estas bajas barreras de entrada posibilitarían la diversidad, lo que enriquece la discusión parlamentaria. Profundizando en este asunto, una de las cuestiones que corrige el sistema electoral proporcional es incluir en el parlamento a cualquier colectivo representativo. En palabras simples, este sistema fragmenta el caudal de votos para que ninguna fuerza política monopolice la representación. Esto le da una gran relevancia a la nueva cámara, ya que la gestión de estos nuevos diputados puede generar que la ciudadanía no crea en este sistema.
Con cierta incredulidad hemos presenciado algunas conductas insólitas de estos nuevos diputados, quienes esconden su falta de conocimiento tras comentarios rimbombantes y ropas estrafalarias, quedándose sólo en la consigna pueril. Lamentablemente, la opinión pública ha girado su mirada más a las formas que al fondo, por esto me detendré en el fondo.
Uno de los diputados más cuestionados es Raúl Florcita Alarcón, quien necesitó cuatro elecciones y el cambio de sistema para ganar su cupo. Él, hace unos días, comentaba lo siguiente: “No me voy a capacitar mucho en cosas que no entiendo". Esto traspasa la paradoja misma de la intervención, es una declaración que muestra con desparpajo la falta de probidad de los que algunos pretenden hacer gala.
Muchos creen que la probidad sólo tiene relación con la honradez, pero este es un concepto más amplio. El artículo 52, inc. 2o, de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado señala como probo a: “una conducta funcionaria intachable y un desempeño honesto y leal de la función o cargo, con preeminencia del interés general sobre el particular”.
De esta manera, quien ostenta un cargo público debe actuar de manera recta y comprometida, además de desarrollar una gestión NO SÓLO honesta, también debe ser EFICIENTE y EFICAZ. En resumen, no hacer bien la pega es una falta a la probidad.
También pareciera necesario recordarle a los nuevos diputados que ellos fueron electos, la ciudadanía no eligió a su montonera de asesores que designaron sin mediar los talentos con que cuentan. Por tanto, la responsabilidad del cargo sólo recae en sus titulares, ellos son quienes detentan el poder, de no ser así, deberíamos poder elegir a todo el equipo que acompañará al diputado.
El citado señor Alarcón tuvo su primera intervención plenaria en una discusión sobre Venezuela, y nos dijo: “Estoy en contra, no tengo argumentos y es una lata darlos”. Por esto, me parece pertinente citar a Simón Bolívar, quien, hablando sobre quienes tienen cargos remunerados por el Estado, señaló: “Ninguno que no tenga probidad, aptitudes y merecimientos es digno de ellos”. (Santiago, 5 abril 2018)
Yamil Musa
Académico Facultad de Derecho y Gobierno U. San Sebastián