Artículos de Opinión

Una Sociedad de la confianza.

Una Constitución como pacto social, político, económico, ambiental y cultural, es un propósito que debe ser puesto en nuestra agenda, como una manera de fijar reglas que perduren por décadas.

¿Puede un texto legal restablecer la confianza social?

¿Es posible que una nueva Constitución Política logre que nuestro país tenga un trazado común que nos conduzca a todos?

¿Puede una conversación intensa, de esas que no se olvidan, dejarnos como resultado un marco que sustente nuestros principios?

La confianza social se ha deteriorado. Existe un estado de incredulidad y sospecha hacia el poder.

Aquello no sólo se dirige hacia el poder formal de la política. Lo que está en entredicho hoy, cubre como un manto a todos quienes toman decisiones o tienen acceso a ellas, y en todos los ámbitos de la vida social.

No cabe duda que esto es evidentemente grave y perjudica, de paso -en la generalización-, a todas aquellas personas, organizaciones e iniciativas que trabajan en buena voluntad por el país, por una región, ciudad o barrio, por una causa o por un propósito.

Se escucha con cierta recurrencia ahora, que cada vez es más compleja la participación, que está menos orgánica, más liberada producto de las redes sociales y por lo tanto, menos articulada. Que las instituciones están cada vez más desconectadas y que no son verdaderas correas de transmisión entre las diversas capas de la sociedad.

Y qué decir de la representación ante la inmensa diversidad que asoma, donde cada uno se representa a sí mismo y pocos entregan parte de su libertad para hacer comunidad con otros y favorecer miradas mayores que hagan crecer el tejido de la sociedad. Sólo en las instituciones políticas se ha visto un nuevo modo de ser evaluado y se han debido extremar los acentos para cumplir con los mandatos respectivos, ya sea desde la ejecución políticas públicas o bien desde el mandato popular.

Por lo anterior, vale la pena volver a las preguntas del inicio y contestarlas con un sí consistente, pues en momentos en que la sociedad está en transición hay que “poner la pelota en el piso”, mirar el contexto y dibujar un camino. Una conversación larga entre los chilenos, mirando las cosas buenas y las que deben mejorar, buscando aquello que nos parece justo y posible a todos, persiguiendo un ideal de confianza que nos involucre y reconociendo que el mundo ha cambiado y debemos ajustar nuestra ley fundamental que ordena nuestra convivencia.

Una Constitución como pacto social, político, económico, ambiental y cultural, es un propósito que debe ser puesto en nuestra agenda, como una manera de fijar reglas que perduren por décadas, que nos estimulen, que nos protejan y que nos produzcan el legítimo orgullo de haber escrito entre todas las manos que somos, una síntesis de nosotros como país y lo que aspiramos para nuestra vida, la de nuestros hijos y de la comunidad a la que pertenecemos (Santiago, 12 agosto 2015)

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