Nadie lo sabe con certeza. El mundo enfrenta uno de sus casos más difíciles. Lo cierto es que no debe continuar, ya hay más de cien mil muertos en dos años, y siguen. También hay cientos de niños asesinados por armas químicas, y obviamente, quien las posee, las habrá utilizado. Sólo un régimen que se aferra al poder, a toda costa, calificando toda oposición como terrorismo, lo hace. Aunque la propaganda oficial acusa a los rebeldes, sus armas son provistas por países occidentales, donde aquellas químicas, hace ya largo tiempo, están prohibidas y su control es efectivo. El que no existe respecto al gobierno sirio. ¿O han sido los rebeldes? Los inspectores de las Naciones Unidas podrán certificarlo. Eso sí, depende de las facilidades que el régimen en el poder haya dado, y porqué no decirlo, de la verdadera imparcialidad de tales inspecciones. De ahí lo insólito de que busquen comprobar que fueron utilizadas, pero sin señalar quiénes lo hicieron. Una típica ambigüedad de las Naciones Unidas, cuando hay tantos intereses contradictorios.
Tampoco se ha logrado el necesario consenso político. Rusia y China, no aceptan, hasta ahora, a que se acuerde una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, y amenazan con vetarla. Situación que impide legitimar toda acción de amenaza, o del uso de la fuerza, de conformidad con la Carta de Naciones Unidas y con el Derecho Internacional. Una posición que tienen la facultad de ejercer, pero en ningún caso, de justificar moralmente. Al contrario, los desprestigia, y deja en evidencia que el conflicto va mucho más allá de la confrontación entre Bachar El-Assad y sus opositores, desarrollándose en una escala mucho más amplia y con más actores. Siria está apoyada por Irán, y a su vez, por Rusia, que sólo ahora ultimo pareciera abrirse a la posibilidad de una acción del Consejo de Seguridad, con condiciones. China, mantiene fuertes intereses en la zona, ante la ausencia de Estados Unidos, observa la situación, y busca aprovecharla.
El resultado de esta inacción, ha sido la enorme incidencia de Siria en el Líbano, virtualmente dividido en dos, el norte mayoritariamente cristiano maronita o druso, entre varias otras minorías; y el sur islámico dominado por el Hezbollha, fundamentalista, a su vez, directamente auxiliado por Irán. Vale decir, una vía de acceso al Mediterráneo de los rusos, nada despreciable. Asimismo, en este variado puzle, está Israel, directamente confrontado con el sur del Líbano, aliado de Estados Unidos, y que mantiene controlada las Alturas del Golán, que pertenecen a Siria, además de sus consabidos conflictos con Palestina, dividida entre los territorios de la Autoridad Palestina y la franja de Gaza, bajo dominio del Hezbollha; y fronteriza con Egipto. País que ha vuelto a ser controlado por las Fuerzas Armadas, que han puesto fin al año de gobierno de los Hermanos Musulmanes, que se alejaban paulatinamente de occidente y de Estados Unidos, para ahora, bajo los militares, volver a buscar su alianza. Es decir, múltiples factores políticos y estratégicos que se entrelazan, y que impiden mirar el caso de Siria como un caso más de los levantamientos ciudadanos que han derrocado las dictaduras de Túnez, Libia, y Egipto, por un breve período, y otros, que en general, han sido sofocados.
Y nos falta añadir, las facciones religiosas, que se suman a las anteriores, y que juegan un papel fundamental, mucho más relevante que las políticas, pues inciden en las posiciones de todo el mundo árabe, donde los intereses de las grandes potencias, pasan a un lugar secundario, por tratarse de las más esenciales que inspiran prácticamente todas conductas de los países islámicos. Una realidad religiosa tan diferente en otras regiones, donde lo confesional, casi siempre es de menor presencia. Aquí vuelve a complicarse todo. El régimen sirio es una minoría Alahuita, de creencia Shiita, dominante en Irán, enemiga secular del Sunnismo, que impera en el resto de Siria, Arabia Saudita, norte del Líbano, Palestina, y Egipto, donde también hay otras confesiones, como los Cristianos Coptos, opositores a los Hermanos Musulmanes y, por tanto, felices de haber sido expulsados del gobierno por los militares, junto a Fatimíes Islámicos. Tampoco hay certezas religiosas entre los rebeldes sirios, y menos si se imponen. Por lo tanto estos fraccionamientos religiosos hay que sumarlos, y de manera esencial, a las ya de por sí, intrincadas posiciones estratégicas, de una Unión Europea, dividida entre Francia, que apoya una intervención; Gran Bretaña que su Gobierno no obtuvo la autorización parlamentaria; Alemania que vacila ante una ciudadanía contraria; y otras posturas, que oscilan entre el apoyo velado y la indiferencia. Y está Turquía, que vive más que otros la inmigración de los sirios que huyen de la guerra civil, junto al Líbano no dominado por Hezbollha, y a Jordania, uno de los más débiles, que intenta capear el temporal del descontento, auxiliada por Europa y Estados Unidos. Todo indica que el Presidente Obama ha decidido actuar, y seguramente lo hará, limitadamente, a condición del pase del Congreso, todavía opuesto; y se esfuerza por una decisión favorable, o al menos no contraria, en el Consejo de Seguridad. Recientemente, se ha abierto la opción de que Siria entregue su arsenal químico. Lo que quitaría urgencia a la vía armada.
Lo expuesto, que resume algunos de los variados elementos presentes en Siria, nos deja en verdad pendiente la pregunta inicial. Lamentablemente, por ahora, no sabemos qué hacer con Siria. Lo cierto es que este caso, no puede ser analizado sólo con ojos propios (Santiago, 5 septiembre 2013)