Luego de aprobadas por el Parlamento las medidas económicas exigidas a Italia por la Unión Europea, Silvio Berlusconi, hasta entonces Primer Ministro, dimitió de su cargo, cumpliendo de esa forma lo prometido hace un par semanas, dejando al mismo tiempo tras de sí una fuerte crisis de confianza de la población en la clase política de la península.
Desde que estalló la crisis en toda Europa, Italia, además de Grecia, fue la economía que menor estabilidad y señales de un responsable manejo fiscal proporcionaba a la Unión Europea, al punto de correr el serio riesgo de caer en una absoluta cesación de pagos –default–, afectando con ello el precio del euro, y, de paso, al resto de las finanzas de los países del viejo continente.
Por lo mismo, y tomando en consideración el descrédito político de su figura, decidió condicionar su salida a la aprobación de la ley de Presupuestos 2012 que, entre otras partidas, contiene el conjunto de medidas, que, por una parte, entregan una potente señal de tranquilidad a los mercados, y, por otra, descomprimen la fuerte presión política –debido especialmente a los múltiples escándalos sexuales y procesos judiciales pendientes en su contra– con que la sociedad italiana había envuelto su cargo, al punto de signar a Berlusconi como responsable de trasformar a la corrupción y falta de transparencia, en una verdadera virtud.
Al efecto, cabe recordar que quien hasta hace un par días era la máxima figura política de Italia, tiene a su haber, entre otros procesos judiciales: dos por fraude fiscal, otro por sobornar a un abogado para que declarara a su favor, y el último y más publicitado conocido como el caso Ruby.
Así, concluyen 17 años de una carrera política construida en base a excesos de toda índole: lo que para muchos –pese a señalar a Berlusconi como el gran artífice de la crisis– es tan sólo un reflejo de la antigua manera de hacer política, y aún, un síndrome que siempre ha perseguido a la sociedad italiana.
De aquí en más, asumirá como Primer Ministro Mario Monti, ex comisario europeo y senador vitalicio, que cuenta con un alto prestigio internacional por su bajo perfil y racionalidad para enfrentar los grandes asuntos políticos y económicos.
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