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Publican «Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF): el gasto como medida de bienestar».

LyD destaca que la brecha de gasto entre los quintiles más pobres y los más ricos ha disminuido, lo que es positivo ya que refleja una menor diferencia en cuanto a la calidad de vida.

9 de julio de 2018

En una reciente publicación del Instituto Libertad y Desarrollo se da a conocer  la “Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF): el gasto como medida de bienestar”.
Se sostiene que  en junio, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicó la VIII Encuesta de Presupuestos Familiares (en adelante EPF), la que fue realizada entre 2016 y 2017, cinco años después de la última versión. Esta encuesta constituye una de las principales fuentes de información sobre ingresos y gastos de los hogares del país, y es utilizada, entre otras cosas, para calcular la Canasta Básica Alimentaria, que es la base para definir las líneas de pobreza.
Enseguida, LyD asegura que al contener una exhaustiva medición de los gastos de los hogares, así como una breve caracterización de éstos, la EPF proporciona una interesante medida alternativa de bienestar o calidad de vida que vale la pena examinar.

FACTORES QUE INFLUYEN EN EL NIVEL DE INGRESOS DE LOS HOGARES

El texto asegura que evidentemente el nivel de gastos está muy relacionado con los ingresos que obtienen los distintos miembros de un hogar. Y éstos, a su vez, dependen de factores de mediano y largo plazo, que son difíciles de modificar de un día para otro.
Se ejemplifica la educación. En la última EPF se registra que un sustentador principal del hogar con sólo educación básica recibe sobre $ 1 millón menos mensualmente que otro que tiene un título profesional, y que de hecho la diferencia es mayor mientras más sofisticado sea el nivel educativo. Ello habla de la importancia que tiene el capital humano para explicar las diferencias en cuanto a calidad de vida a la que se puede acceder.
Asimismo, se expone, que al revisar otras fuentes (CASEN del año 2017), se observa que en un hogar de bajos ingresos, las personas trabajan menos horas, y que el porcentaje de ocupados también es menor que en hogares con mayores ingresos. Es decir, la desmejorada situación educacional y laboral va de la mano con los menores ingresos. Sin embargo, debido a las diversas prestaciones que el Estado realiza a los hogares más modestos, el ingreso total que éstos perciben es bastante mayor a lo que obtienen exclusivamente del trabajo.
A continuación, LyD indica que el ingreso total de los hogares del quintil más pobre es casi el doble del ingreso recibido por el trabajo. Ello da cuenta de la relevancia que tiene el apoyo del Estado para complementar los ingresos de estos hogares y en particular, el impacto de la política social focalizada en los hogares con mayores carencias.

EL GASTO COMO MEDIDA DE BIENESTAR

Sumado a lo anterior, señala LyD, en esta última entrega de la EPF, uno de los hallazgos que más llamó la atención fue que los hogares pertenecientes a los cuatro primeros quintiles de ingreso, exhibieron un promedio de gastos superior a sus ingresos (incluidas las transferencias monetarias del Estado). Ello, que se explicaría debido al endeudamiento, no es sin embargo un fenómeno nuevo: revisando las versiones previas de la EPF de los años 1996/1997, 2006/2007 y 2011/2012 se encuentra que en todas ellas ha habido mayores gastos que ingresos en dichos quintiles, con excepción de la medición de los años 2011/2012, en que los hogares del tercer y cuarto quintil reportaron más ingresos que egresos, debido a una caída en sus gastos.
Es importante analizar, dice LyD, la evolución tanto de los ingresos como de los gastos, ya que cada una de estas variables entrega información distinta entre sí. De hecho, es posible afirmar que el gasto es un mejor indicador que el ingreso a la hora de aproximarse al nivel de bienestar que efectivamente alcanza un hogar, pues éste da cuenta de los bienes y servicios efectivamente consumidos. En ese contexto, el que los hogares de más bajos ingresos del país tengan la posibilidad de acceder a un mayor nivel de consumo del que sus propios ingresos les permiten en un momento del tiempo, constituye una buena noticia.
En esa línea, se añade en el informe, resulta interesante evaluar la razón entre los ingresos y gastos promedio de los hogares pertenecientes al quintil más rico y el quintil más pobre, para lo cual se utiliza el índice 20/20. Se observa, en primer lugar, una caída en la brecha, es decir, una disminución en la distancia entre hogares de altos y bajos ingresos durante los últimos 5 años. Y en segundo lugar, se observa que la brecha es menor para el caso de los gastos que de los ingresos, lo que permite concluir que las diferencias en calidad de vida son en realidad, menores de lo que indican las mediciones basadas en el nivel de ingresos (que es lo que tradicionalmente se considera).
De esta forma, se explica, al ser el gasto una mejor aproximación del bienestar de los hogares que los ingresos, tenemos que la desigualdad es menor de lo que se suele pensar. Más aún, al gasto faltaría agregar todavía las transferencias no monetarias que el Estado realiza a los hogares de bajos ingresos a través de prestaciones en salud y educación, las que les permiten liberar recursos propios para otros fines. De incluirse, es esperable que la brecha -o desigualdad- fuera aún menor. Entonces, si al hecho de que los ingresos propios de los hogares más pobres suelen complementarse con el apoyo focalizado del Estado, sumamos las posibilidades de endeudamiento, tenemos que ambos elementos llevan a que en la práctica las brechas de gasto efectivo entre los sectores más y menos aventajados sean menores de lo que inicialmente puede pensarse si es que se miran sólo los ingresos. No obstante ello, sin duda que se deben continuar profundizando el desarrollo de políticas que permitan fortalecer las capacidades de generar ingresos por parte de los sectores de menores ingresos.
LyD concluye que la recién publicada EPF 2016/2017 muestra que tanto el nivel de gastos como de ingresos han aumentado para toda la población, habiendo mayor gasto que ingresos para un gran porcentaje de ésta. Sin embargo, esto no es algo necesariamente negativo, ya que significa que hay posibilidad de acceso a crédito para hogares de variados tramos de ingresos, lo que permite suavizar el consumo y mejorar el nivel de vida. Los ingresos de los hogares dependen en gran medida del ingreso del trabajo de sus miembros, siendo el nivel educativo un factor fundamental en la remuneración percibida. Sin embargo, a través de las transferencias monetarias entregadas por el Estado, el ingreso total de los quintiles más pobres presenta una menor diferencia respecto a quintiles más adinerados, y esta brecha es aún menor si se consideran las prestaciones no monetarias estatales.
Por último, se arguye que al analizar los datos, se encuentra que sigue habiendo una brecha importante entre los ingresos de los distintos quintiles, así como en los gastos, pero es interesante constatar que la segunda es menor que la primera. Ello refleja una desigualdad menor en el bienestar material medido como acceso a bienes y servicios. Asimismo, se encuentra que la razón entre los gastos del primer quintil y el quinto ha mostrado una tendencia a la baja a lo largo del tiempo.

 

Vea texto íntegro del documento

 

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